Calle Miyaoka, 2804

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Para Arisu-san, consejera en tiempos tormentosos, dulce hada amante del café y las medias.

Para s0ra, quien leyó esto primero.

Para Oscar, quien no conoce esta idea.

Y para ti, por acompañarme a Morioh.

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Calle Miyaoka, 2804

Some days I don't know if I am wrong or right

Your mind is playing tricks on you, my dear

'Cause though the truth may vary

This ship will carry our bodies safe to shore

–Little Talks, Of monster and men

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I.

Kishibe Rohan detestaba el otoño. Bueno, no algo así como detestarlo, sino que el otoño ciertamente era la estación que precedía al invierno.

Invierno significaba:

a) menos horas de luz.

b) ambiente gélido, poco propicio para sus manos que se enfriaban con facilidad.

c) vacaciones. Lo cual quería decir que Josuke Higashikata lo estaría molestando seguido.

Por supuesto, el punto b se dejaba sentir desde otoño: la temperatura bajaba y lo obligaba a sacar prendas cada vez más gruesas: chaquetas, bufandas, botas, botines, incluso algún par de orejeras. Rohan odiaba el frío, le enfriaba las manos mientras trazaba líneas y bocetos y lo ponía de un humor peor que el habitual.

Pero a pesar de la brisa enfriando, las hojas cayendo y la alergia asechando, el joven mangaka seguía disfrutando sus caminatas vespertinas por las calles de Morioh, un pueblo tan pequeño que podía recorrerse con facilidad antes de que se ocultara el sol.

A pesar de todo eso, Rohan ya añoraba la primavera, el inicio de cosas nuevas, un renacer inusitado y necesario.

Ya que el verano anterior... bueno... había estado lleno de sucesos inesperados, maravillosos y algo macabros. Josuke Higashikata se veía involucrado en todos, simplemente por existir.

Rohan suspiró de manera ruidosa mientras se decidía a entrar a su café favorito, el único café en Morioh: Coffae, un sitio bastante agradable para sentarse y pasar un rato con un expresso y una rebanada de caramel macchiato cheese cake. Solo, imaginando escenarios posibles para algún trabajo pendiente de publicar.

Desafortunadamente, el café estaba lleno. Demasiado ruidoso para dejarlo escuchar sus pensamientos y demasiado frío como para querer escapar a la terraza. La barista y dueña, Arisu Fujiwara, saludó muy apenas a Rohan por entre la multitud.

–¿Lo de siempre, Rohan-san? –Preguntó con su dulce voz. El joven sólo asintió. –Unos minutos, por favor.

–Descuida, Arisu-san. –Decía con calma, buscando algún asiento y dio con la mesa junto a uno de los ventanales. Tomó asiento, sacó su libreta y comenzó a garabatear, absorto en su labor.

O al menos hasta que escuchó la ruidosa campana del negocio y una voz que lo perturbó y lo sacó de sus pensamientos:

–¡Buenas tardes, Fujiwara-san! –Había dicho la voz. La punta del lápiz de Rohan terminó por romperse cuando el joven dijo: –Una malteada de triple chocolate y dulce de leche, ¡por favor!

–Quiero un capuccino con calabaza, por favor. –Decía una voz más suave y calmada.

–Una malteada de fresa con crema, por favor, Fujiwara-san. –Dijo otra voz ruidosa, acercándose a su lugar.

Calle Miyaoka, 2804 *EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora