Prologo.

14 0 0
                                    



Su mirada estaba vacía...simplemente vacía. Ya llevaba casi una hora de pie frente al ventanal sin casi mover un musculo, sin embargo no podía pensar en nada. Era él y la profundidad de sus ojos explorando la grisácea ciudad desde su oficina. La exasperarte lluvia golpear el concreto lo tenía hipnotizado. Los cubos de hielo en su vaso ya se habían derretido hace mucho, pero él no lo sabía y en tal caso ni le importaría. Hace mucho que no veía en la lluvia como excusa de un momento en blanco. Hace mucho que no era él. 49 años era un peso importante, tal vez no para su cuerpo pero si para su espíritu. Inexplicable, esa era la palabra. Su lógica se derrumbaba al ritmo de cada gota estrellarse sin voluntad. Su corbata no ayudaba, casi como consciente sentía ser estrangulado por una fuerza omnipotente. El sujeto carraspeo, fingiendo que la resequedad no era problema para él. Cada segundo que transcurría su mente se llenaba aún más de negro. Era solamente él y la lluvia kamikaze frente a su rostro. Pese al material blindado juraría escuchar cual metralla a centímetros de su rostro. No pestañeo, no se movió y no respiro. Aquel instante era el más decisivo de todos, pero él ya había tenido muchos de aquellos. <<Clic, clic, clic...>> seguían las malnacidas, no paraban. Era estresante, inoportuno, desesperante, irrespetuoso, intolerable y nauseabundo pero pese a estar a punto del desquicio, no pestañeaba.

Y entonces...la calma. Un silencio absoluto que abordo cada esquina de la habitación. Nada hacía ruido, ni dentro de ella, ni en el mundo exterior. Solamente calma.

La manija de la puerta giro. El ruido cayo de golpe y sus ojos perdidos se convirtieron en los de un depredador hambriento, su postura cambio de repente por una firme muralla inquebrantable. Soltó todo de un fuerte respiro y a la vez con ello, volvió a ser el mismo. Victoria quien había abierto la puerta al no recibir respuesta al golpear, se había arrepentido de golpe. Paralizada sin motivo, miro a sus ojos como si no tuviera opción. El peso en sus hombros se incrementó de repente...Tenía miedo. Sus dedos empezaron a temblar y sus dientes chocaban unos contra otros. Nunca en todos estos meses de ser su asistente había visto esa mirada. Ella quería retroceder pero no había motivo para hacerlo ¿verdad?, nada tenía sentido. Apretó la tableta con la agenda de su jefe como si fuera la única respuesta posible y empezó a respirar cada vez más rápido.





Por primera vez y sin razón alguna Victoria sintió como si irremediablemente estuviese a punto de morir.


Viacrucis

Libro 1: Sacrificio



VIACRUCISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora