Prólogo

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Hoy fue el día en el que decidió pararse frente a aquella aterradora fotografía que no se había atrevido a mirar por falta de coraje. No tenía las suficientes agallas como para volver a rememorar aquellos tiempos pero hoy, justo en ese mismo instante, había reunido todo el valor que poseía y la había mirado fijamente. 

Antes de marcharse, tenía que mirarla porque sólo lo había hecho antes de este infierno. Vagamente recordaba lo que esa foto había significado porque habían tantas con ella y Alya o con ella y Adrien que apenas recordaba esa escena. ¿Cómo pudo fotografiarse con la loca de su amiga y su amor no tan platónico?

Ah, sí. Ya empezaba a recordar algo.

No, ya empezaba a remembrar esa graciosa y añorada situación.

Jamás había tenido una cita a solas y mucho menos con el chico que le hacía temblar de pies a cabeza, el que la volvía loca y por el que arrasaría ciudades. Bueno, quizá no tanto.

—¿Marinette?

—Eh... eh... ¿sí? —Se frotó la nuca con un nerviosismo exageradamente notable. — ¿Pasa algo? ¡No! Sí, sí pasa, ¿verdad? 

—Es que se está derritiendo tu helado. —Además de distraída era torpe. 

—¿¡Qué!? ¡No, mi vestido! No es que me importe... sí, osea, sí que lo hace pero... —Se había quedado sin palabras. Roja a más no poder, decidió con la poca dignidad que le quedaba, comerse el helado derretido. Su ropa ya estaba manchada pero había valido la pena por oír su risa: la de Adrien.

Cogió una servilleta y trató de limpiarse pero eso sólo empeoró la mancha. Adrien siguió con su helado, algo confuso sobre lo que debía hacer. ¿Sería una buena idea ayudar? Según su experiencia, las mujeres podían ser bastante raras a la hora de tratar sobre ropa. Y más si era sobre su ropa. 

—Lo... ¡lo siento mucho, Adrien! —Tartamudeó, atropellando cada palabra que salía de su boca. ¿Dónde había quedado la valentía de Ladybug? Ah, sí, en su alter-ego. 

Demonios.

—No pasa nada. Oye, ¿esa no es tu amiga... Alya? —Adrien había dado justo en el clavo. ¿Qué hacia allí Alya? ¿Acaso la estaba espiando?

—No... sí, ¡sí que lo es! —Puso el cono del helado en la mano de su amor secreto, corriendo hacia su mejor amiga. — ¡Un... dame un minuto! 

Ver a Alya sólo había incrementado los nervios de su cita, si es que podía llamarse así. ¿Un encuentro entre dos personas de las cuales sólo una de ellas estaba interesada en la otra... era una cita? Porque si mal no recordaba, una cita era donde las dos partes querían conocerse porque si las citas salen bien... entonces llegan las relaciones, ¡ser novios! No, no, no, no. Eso no podía estar pasando. ¡Adrien sólo la veía como una compañera de clase! Aunque quizás podría acabar enamorándolo y se casarían... ¡con tres hijos! Y una enorme mansión y...

—Ma-ri-ne-tte. —Deletreó su mejor amiga, sacándola de sus ensoñaciones románticas. — ¿No estabas en una cita con Adrien?

—¿Y tú no estabas en casa?

—Exacto: estaba. ¡Tenía que asegurarme de que no hicieras alguna estupidez! —La peliazul se puso colorada ante la pésima —y certera— respuesta de Alya. Tristemente, ya había cometido la tremenda idiotez de derramar su helado sobre el vestido nuevo. 30 dólares tirados a la basura.— No te preocupes, Marinette.—Alya trató de enmendar su error al ver la deprimente cara de su amiga. 

—¡Pero me pongo muy nerviosa! A este paso se acabará yendo con Chloe...

Alya puso sus manos sobre los hombros de ella, infundiéndole ánimos.

—¡Vas a conseguirlo! ¿Acaso no quieres tener una foto de vosotros dos en tu cuarto? ¡Este es el momento perfecto!

—¡No, no! Definitivamente no. Sería muy... muy vergonzoso. —Recalcó las dos últimas palabras, tratando de desviar aquella idea de la cabeza de Alya.

Pero, terca como ella sola, no hizo más que alentarla a hacer ese plan que, nuevamente, era una muy mala idea.

—¡No te preocupes, tu mejor amiga es experta en este tipo de cosas! —La agarró del brazo para luego arrastrarla hasta el lado de Adrien, quien se había sentado en un banco del parque para esperarla con la sorpresa de encontrarla junto a Alya.

Le entregó el helado derretido con una pequeña sonrisa de confusión y saludó al inesperado tercio de aquella cita. No: reunión entre "amigos".

—¿Te importa si nos sacamos una foto los tres? ¡Es para mi Ladyblog! Ya sabes, he oído que eres amiga de Ladybug y quizás así podría concederme otra entrevista. —Codeó a Marinette con una malévola sonrisa, pegándola a Adrien. No esperó la respuesta de ninguno antes de sacar la cámara de su móvil y gritar—: ¡Decid Ladybug! 

Ese era el triste recuerdo que no quiso rememorar pero, inevitablemente, lo hizo. Tantos sentimientos juntos en una foto era algo poco común pero no imposible. 

Todo eso fue antes de descubrir la verdad y, cielos, ojalá no lo hubiera sabido. Ojalá siguiera como antes pero eso era lo imposible e ilógico porque jamás volvería a serlo. La Marinette de aquel tiempo ya no existía y, para su tristeza, no podría volver nunca.

Si quería salvar a sus amigos o mantener a salvo a sus padres, debía acatar las órdenes—más bien súplicas— de su kwami, Tikki. El deber la llamaba y ella contestaría sin dudar ni un segundo.

—¿Estás lista? Sé que los viajes al pasado son algo mareantes pero no te preocupes, ¡no hará falta acostumbrarse! —Habló su pequeño kwami rosa con una sonrisa triste. Irse sin decir nada era doloroso pero hacerle creer a todos que había muerto era algo... devastador.

—Por favor. —Rogó la peliazul, poniéndose una chaqueta y esperando alguna reacción por parte de Tikki.

En unos segundos, ya había una especie de llave flotando hacia la mano izquierda de Marinette. Frente a ella, una puerta con cerradura aguardaba a ser abierta.

—Cuando todo esto termine, podremos volver. Te lo prometo. —Juró Tikki, señalando con la mirada la llave color plata.

Marinette, como era de esperar, abrió la puerta con esa llave antes de echarle un último vistazo a su cuarto. Esa imagen seguía en el mismo sitio, quizás con la intención de darle esperanza. La fe y seguridad de que, cuando acabara con esa misión, todo volvería a ser como antes.

Y, aunque no fuese así, volveré. Lo juró en silencio, traspasando el umbral que dividía el mundo actual con el del pasado. Puede que sí, puede que jamás regresara de aquella misión suicida pero ¿y si volvía? ¿Se acordarían de ella? ¿O del sufrimiento que les causó su falsa muerte?

¿Podrían sus padres volverla a mirar con ese destello de felicidad y alegría en sus ojos o sólo verían un dolor inexplicable al descubrir la más vil de las mentiras?

¿Qué sucedería con Alya o Adrien? ¿La olvidarían? Porque sería lo más probable y doloroso. No podría soportar esa mirada de indiferencia que le dedicarían tras meses y, probablemente años, de desaparición.

Para ella, todos seguían vivos pero para todos, ella estaba muerta.

Y, para su pesar, la puerta no dudó en cerrarse tras pasar aquel umbral.

Tikki sería su única compañía durante quién sabe cuando y eso era lo único que mantenía su fe en poder regresar a casa.

Sana y salva.

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¡Hola! Es una historia nueva... bueno, en realidad sí es nueva pero los capítulos serán bastante cortos y no sé cuántos tendrá (?) Ya que no podía sacarme esta idea de la cabeza, he decidido plasmarla pero con breves capítulos ya que no puedo demorarme en seguir publicando "El último deseo". 

Esta historia es basada en el cartoon Miraculous Ladybug, que ha calado en lo más hondo de mi corazoncito (?) Espero que les guste y... en fin, he puesto todos los derechos reservados porque no sabía qué más poner así que si está mal colocado, decidme en qué categoría de los derechos tiene que estar. 

¡Gracias! :3

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