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Camille:

Abrí los ojos perezosamente, pero enseguida los volví a cerrar cuando la luz que entraba por la ventana llegó a mis ojos. La cabeza me dolía un montón. Abrí mis ojos y dirigí mi mirada hacia las puertas corredizas que daban al balcón de mi habitación, las cortinas estaban perfectamente colocadas a un lado.

-Joder-Susurré.

Llevé mi mano a la mesilla de noche, para agarrar mi móvil. Incorporé mi cuerpo alarmada y dirigí mi mirada hacia ahí. Mi móvil no estaba, solo había el cargador del iPhone. Mierda. Me levanté de la cama y caminé perezosamente por la habitación, intentando encontrarlo, pero no había ni rastro de él. Aún llevaba el vestido de la noche anterior, había bebido tanto que casi no recordaba nada. Entré en el baño, con la esperanza de encontrarlo ahí, pero tampoco estaba. Dirigí mi mirada hacia el espejo. Tenía unas enormes bolsas moradas debajo de mis ojos. Mis ojos se abrieron con sorpresa al ver el collar que colgaba de mi cuello, diamantes. El chico de los tatuajes vino a mi mente, llevaba un bolso, lleno de joyas y dinero. Me sentí atraída hacia él al instante, era guapísimo, tenía un rostro perfecto. Tenía el pelo muy oscuro, negro y largo, le llegaba hasta las orejas y algunos mechones rebeldes caían por su frente. Sus ojos eran de un azul oscuro, llenos de misterio. Su mandíbula era marcada, igual que sus pómulos, haciendo resaltar sus labios rosados y carnosos. Tenía una nariz puntiaguda, con unas cuantas pecas por encima que a pesar del aspecto de chico malo que quería causar le hacían ver adorable. Iba vestido todo de negro. Llevaba unos tejanos ajustados y una camiseta sin mangas, que dejaba ver sus brazos llenos de tatuajes. Sus pies estaban cubiertos por unas botas del mismo color, muy gastadas e incluso diría que viejas. Nunca había sentido tanto deseo hacia alguien, éramos dos polos opuestos.

Subí mi mano hacia el collar y pasé mis dedos por encima con delicadeza. Lo salvé de la policía, lo invité a mi habitación y luego... No recordaba cuando se había ido. Mierda. De la puerta de la habitación sonaron unos golpes. Salí del baño y me dirigí hacia ahí.

-Señorita Portman, sus padres llegarán en unas horas. Hemos recogido y limpiado toda la casa, solo nos falta su habitación. Tiene el desayuno esperando abajo.

Abrí un poco la puerta, María, una de las trabajadoras de mi familia, estaba al otro lado.

-Acabo de levantarme, me daré una ducha y bajaré a desayunar. ¿Habéis encontrado algún móvil?

-No, señorita, no hemos encontrado ningún móvil.

Cerré mis ojos maldiciéndome, pero enseguida los volví a abrir.

-¿Puedes prepararme una pastilla para el dolor de cabeza?

-Enseguida-Ella me sonrió-¿Necesita algo más?

-No, muchas gracias María.

Le dediqué una pequeña sonrisa y cerré la puerta. Había perdido el móvil, si alguno de los documentos de mi padre, de mi familia o incluso alguno de los contactos que tenía guardados se filtraba, podría acabar con su carrera.

-¡Seré idiota! ¡Joder!

Caminé hacia el baño de nuevo. Me quité el collar y lo dejo encima de la pica. Me deshice del vestido, de la parte inferior de mi ropa interior y me metí en la bañera. La llené de agua caliente, hasta arriba, y eche jabón de rosas. Cerré mis ojos intentando recordar donde pude haber dejado mi móvil anoche. Todos tenían prohibido subir arriba, dejé que ese chico subiera, pero yo había estado con él todo el rato. Después de que le ayudara no me hubiera robado, aunque tampoco lo tengo muy claro, lo recordaba a la perfección a él, pero apenas las pocas palabras que intercambiamos cuando estuvimos en mi habitación.

ERLIKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora