Las princesas siempre somos un poquito más inteligentes

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Las princesas siempre somos un poquito más inteligentes

La perfección es completa y absolutamente ficticia.

Me di cuenta de eso muy temprano en mi vida, antes de lo que en realidad debería haber sido. Mis padres, siempre tensos; mis hermanos, evitando hablar en la mesa sobre su vida mi privada; la gente que nos brindaba su servicio en el castillo desde el primer momento. Nadie estaba en paz, y detrás de las murallas que encerraban el terreno de la familia real, todos pensaban que éramos una familia perfecta.

Que yo era la princesa perfecta... ¡Y qué equivocados estaban!

Por años pensé que yo era la causa de la infelicidad en mi familia. Veía las fotos familiares guardadas en múltiples álbumes en el despacho de mi padre y todos siempre sonreían. Mamá se veía más hermosa que nunca y tan parecida a mí; papá solo tenía ojos para ella en algunas escenas, tan enamorado que uno lo creería imposible; Alaric y Evan no mostraban un ápice de la incomodidad usual.

Luego había fotos mías de bebé. Un tiempo después, casi ni había fotos. Las pocas que habían eran las oficiales, las que todo el mundo conocía. Entonces de seguro era a causa de mi nacimiento que la felicidad en los Bourque se había extinguido.

Pero entonces llegué a mis doce años. Mi relación con mis hermanos era normal para ese entonces. Nos peleábamos y nos amigábamos y así sucesivamente, pero siempre supe que los amaba como a nadie. Con Evan me llevaba mejor, porque Alaric se la pasaba a un lado de papá, en entrenamiento para ser el próximo rey cuando el tiempo llegara. ¿Acaso no entendía que le faltaba toda una vida?

Esa noche era el cumpleaños número dieciocho de Evan y mi madre había decidido echarle una fiesta en honor. Yo estaba feliz, no solo por él, sino porque tendría oportunidad de usar alguno de todos los vestidos que Cosette Isusi me había hecho a la medida y habían llegado hacía unas semanas.

La mujer era diseñadora de vestidos de novia, pero también diseñaba para nuestra familia. Siempre hacía que nos viéramos espectaculares.

Mamá aún no me dejaba maquillarme como ella lo hacía, solo tenía permitido usar máscara para pestañas y yo estaba tan feliz. Lucía un poquito mayor. Quizá hoy lograría que algún muchacho de la élite me sacara a bailar.

El vestido que tenía era rosa pálido, con tules y brillos y muchas capas de tela en la falda. Mamá tampoco me permitía usar tacones, así que tenía ballerinas blancas en los pies. Mi cabello estaba arreglado en rizos suaves que pasaban mis senos inexistentes y acariciaban mi cintura. Mi tiara preferida estaba ubicada en mi cabeza, evitando que cabellos rebeldes cayeran en mi rostro.

Me sentía como la princesa que era.

Evan apareció en mi habitación en un momento antes de bajar a la fiesta y hacer su entrada. Por alguna razón que yo desconocía, había elegido hacerlo conmigo de su brazo. Me hacía sentir orgullosa y feliz de que quisiera que fuera yo y no su novia.

—Jackie, estás muy bonita —comentó cuando me vio.

Él llevaba un traje celeste pálido y de alguna manera había conseguido que lo dejaran tener el cabello despeinado, como a él le gustaba. Me hubiera gustado compartir sus facciones, o sus ojos verdes musgo o su cabello rubio; pero ella lucía más Leveque que Bourque, compartiendo los rasgos de su madre y su hermano Alaric.

—Tú no estás tan mal —respondí.

El rio, un sonido jovial y relajado, y se acercó a mí. Me tomó de las manos y me instó a sentarme en la cama con él. De pronto, estaba serio.

—Debes saber algo.

La manera en la que me estaba hablando me puso nerviosa.

—Dime —susurré.

Tomó aire.

—Nuestra madre no estará presente en la fiesta de hoy. Jacqueline, no. —Me detuvo cuando me quise levantar—. Ella no se siente bien, está enferma.

Fruncí el entrecejo.

—Pero estaba bien unas horas atrás.

Evan suspiró.

—Eso es porque hizo algo que no debería haber hecho. Ahora debe quedarse en su dormitorio y dormir hasta que se le pase.

—Pero yo quería que ella viera que bonita estoy. A ella le gusta verme linda, siempre hace que me mire sonriendo y sabes que nunca lo hace. Sé que no me quiere mucho porque arruiné la felicidad en la familia, pero cuando luzco como una princesa es como si ella volviera a ser feliz y...-

—Vaya, espera —masculló, pareciendo perplejo—. ¿De dónde has sacado que tú arruinaste la felicidad en la familia? Eso es... absolutamente absurdo.

Resoplé.

—Por favor. No soy estúpida. Nunca he visto que todos nos riamos juntos o tengamos las fotos familiares que ustedes tenían antes de que yo naciera o pasemos una cena sin cuidar lo que decimos para que no se desate la tercera guerra mundial. Sé que solo tengo doce, pero las princesas siempre somos un poquito más inteligentes. O eso dice mamá todo el tiempo.

Evan exhaló una risa.

—Jackie... ¿Acaso no te has dado cuenta de que nuestra madre no está bien? Tiene una enfermedad y eso hace que todos estemos tensos cuando estamos a su alrededor porque no sabemos cómo reaccionará. En realidad todos estamos más felices desde que tú llegaste, es solo que por ese tiempo ella también se enfermó y nada ha sido igual. Te prometo que, desde ahora, todo estará mejor.

Suspiré.

—¿Estás seguro? Porque ahora que mamá no me verá no sé si quiero ir.

—Por supuesto. Además, tus amigas estarán allí. Bernadette, Giovanna y Martine.

Puse los ojos en blanco.

—Bernadette no es mi amiga. Solo le importa la marca de mi ropa. Amigas son las que te hacen sentir mejor sin ni siquiera saberlo. Ella nunca me hace sentir mejor.

Evan rio y se levantó, ofreciéndome su brazo.

—En ese caso, no dejes que alguien que te pregunta la marca de tus zapatos se te acerque demasiado. Ese tipo de gente es peligrosa. Vamos.

Sonreí, me tomé del brazo de mi hermano y bajamos a la fiesta. Cuando estábamos recorriendo las escaleras, se me ocurrió que sí, mamá no estaba bien. Siempre desaparecía en momentos inoportunos y papá la mandaba a dormir cuando ella reía demasiado alto y agudo.

En ese entonces nadie consideró explicarme que era una alcohólica.


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Entonces... sí, siempre quise escribir un poco sobre Jackie. Espero que les guste tanto como a mí. Esta primer parte es para que se entienda un poco cómo es ella más tarde. Nos vemos pronto :D 

Besines,

Enya

(y como siempre, perdón por los errores)

ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora