El escuchar a aquella chica mencionar el nombre de Kuina le dejó más que contrariado. Se sentía expuesto ante aquella joven, que había visto como se sentía por dentro, y eso no era de su agrado. Debería matarla y así terminar con todo de una buena vez; pero si los malditos ángeles encontraban su cuerpo, ella tenía la ubicación de Kuina en su registro de vida, y eso no lo podía permitir.
—Escúchame niña, si sigues viva, es sólo por lo que sabes de Kuina. Te prohíbo dirigirle la palabra a cualquiera, y te quedarás conmigo hasta que solucione esto. ¿Entiendes?
Sirio no pudo evitar sentirse desilusionada con lo que escuchaba de aquel bello vampiro. Ese no era "Su" Tatsuya del libro, este era un cruel chupasangre que trataba de asesinarla por cosas de las que ella no tenía ni idea. Bajó la mirada en silencio, y así permanecía mientras el chico le obligaba a seguirle por el bosque, fuertemente atada.
"Uriah... como quisiera que estuvieras aquí" — pensaba repetidamente, llamando a su amigo imaginario, un bello arcángel de alas platinados, quien le acompañaba desde hacía varios años. El problema era que solo estaba en su mente. Pero lo necesitaba, aunque sea solo para desahogarse, para que le consolara, que le llevara lejos de ahí.
—Si no dejas de llorar, te mato aquí mismo y me llevo tu cuerpo a rastras hasta el castillo del Sur, te lo prometo. — Susurró el joven mostrándole sus afilados colmillos, y completamente dispuesto a hacerle daño si no se callaba en de una vez. Últimamente tenía menos paciencia de la normal, y ella la estaba agotando demasiado rápido.
Anduvieron durante horas en un camino que ella veía imposible, incluso podía jurar que estaban dando vueltas y el otro no tenía idea de a donde se dirigían. Cuando tropezaba o le costaba saltar los muchos obstáculos del camino se repetían aquellas amenazas, en sus múltiples formas. Todas con la frase "Te mataré sí..."
— ¿Y quién te lo está impidiendo? Dale, prefiero estar muerta que seguirte a tu estúpido castillo. — le respondió al fin sintiéndose harta, cerca de la puesta del sol. Se negaba a caminar un paso más, sus piernas dolían, tenía la piel raspada y herida producto de las múltiples caídas que había sufrido durante todo el día, tenía hambre y sed. ¿Qué más daba? Si tanto le amenazaba por ello, nada le iba a causar la diferencia. — ¡MÁTAME YA!
Ante aquella respuesta, el vampiro se quedó paralizado. No hubiera esperado esa reacción de la humana, pero él no estaba de humor para berrinches; por lo que le acorraló en el piso, lleno de hojas secas y ramas.
—Te mataré cuando yo quiera, no cuando tú lo digas; chiquilla tonta. Tú eres el más pequeño de mis problemas, y aquí, el que manda, soy yo.
El peli azul le miró con ira y frustración, dejando escapar una pequeña lágrima que trató de no mostrar, sin éxito; sin embargo, la mirada de la joven humana permanecía estática, mirándole valientemente a los ojos, sin amedrentarse o intimidarse.
—Nos iremos al amanecer, así que más te vale hacer lo que yo digo hasta entonces; o lo vas a lamentar. Te lo prometo. Así que cállate y junta ramas de este maldito bosque, si no te quieres morir de frío.
Tatsuya se levantó limpiando su mejilla e inició el proceso para construir una fogata, sintiendo nostalgia mientras tanto. Hacía tan solo una semana estaba en casa, con su familia a salvo y con el calor de las paredes del castillo resguardándole. Quería volver el tiempo atrás, lo cual le llenaba de impotencia y ocasionalmente le llenaba los ojos de lágrimas. Extrañaba su hogar, sus primos, su vida... que ahora estaba destruida.
No tardó en darse cuenta que nadie de su familia le buscaba, y lo entendía ya que en ese momento, salvar a Kuina era la prioridad, pero se sintió de un modo completamente nuevo para el: abandonado.
Continúo buscando algunas piedras para cercar el fuego, alejándose un poco, mientras su dolor caía por sus mejillas, empezando a desbordarse al fin. Solo quería volver a casa. Pero no podía dejarse atrapar, el tenerle a él significaba llegar a Kuina, porque sacarían de su mente cada recuerdo y posibles formas de capturarlo también, y él conocía demasiado bien al joven rey. Sin embargo, estaba solo. ¿Había alguien que se preguntaba dónde estaba? ¿Si estaba bien?
Por lo visto, no era así. Se encontraba completamente solo, simplemente le habían dejado atrás. Se habían marchado dejándole ahí en el castillo, a su suerte.
Se recargó en un árbol, sentándose a sus pies y mirando a la luna que salía lentamente, empañada por sus lágrimas, que no dejaban de brotar. Solo quería escapar.
No supo cuánto tiempo contempló la luna, contándole todo, cada detalle. Al menos podía confiar en ella ¿no?
Volvió a donde había dejado a la chica humana cuando la luna estaba cerca de llegar al punto más alto. La fogata estaba lista, ella no tenía el cordón en las muñecas, pero estaba ahí aún.
—La fogata esta lista. — Murmuró Sirio mirándole con seriedad, haciéndole desviar la mirada.
—Gracias.
Tatsuya se sentó cerca del fuego, en completo silencio. ¿Por qué la humana no había escapado?
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Kyoukaisen
FantasyUna guerra , una injusta guerra. Eso era lo que Tatsuya pensaba de aquel movimiento iniciado por los ángeles , dispuestos a exterminar a toda su especie , ¿Cual será la solución? Esa es su mayor preocupación hasta que Sirio aparece en su camino...