UNA PRESENCIA EXTRAÑA...

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Diario de abordo.
13 de febrero de 1856.

La tripulación ha entrado en un estado de locura y desesperación, creo que habrá un motín,  hay algo que se ha apoderado del barco. Esta situación es insostenible.
¡Qué el cielo nos asista!, pues nadie puede hacer nada.
Una extraña niebla cubre toda la proa. Anoche desapareció uno de mis hombres, se ha creado un ambiente de desconfianza, todos sospechan los unos de los otros y esos extraños ruidos durante la noche que ensordecen mis oídos.
Hoy hace dos meses que nos hicimos a la mar, se nos han acabado las provisiones, no hay nada que llevarnos a la boca.

14 de febrero.

Hoy hemos encontrado al marinero desaparecido, allí estaba, tendido en la bodega, el cuerpo de Jarre. Nunca lo olvidaré, su vientre había sido desgarrado, todos los órganos de su cuerpo, casi vomito al recordarlo.
Se ha formado un consejo para resolver esta tragedia, se ha hallado un culpable, mi segundo de abordo, mi fiel amigo Rai. Los hombres se han tomado la justicia por su mano y yo no he podido hacer nada, mi vida también estaba en peligro.

15 de febrero.

Hoy lo han ejecutado. Colgado del palo mayor hasta morir, !Dios! ha sido horrible, esto se me ha ido de las manos.
Hemos tirado los cadáveres por la borda, que Dios se apiade de sus almas.

16 de febrero.

Esta noche he subido a pasear por cubierta para aclarar mis ideas y de pronto un ligero pero a la vez molesto sonido llamó mi atención. Me acerqué cautelosamente bordeando el timón de proa y allí estaba, se me heló la sangre, mi cuerpo quedó paralizado por el terror, uno de mis hombres estaba siendo despedazado por un extraño ser, su cuerpo estaba cubierto de un extraño pelaje, sus brazos eran como dos enormes garfios, había engullido las entrañas de aquel pobre hombre.
Un trozo de madera podrida me delató, aquel ser se dio la vuelta para mirarme con sus ojos inyectados en sangre, al darse cuenta que había sido descubierto, con una rapidez inexplicable saltó por la proa  para desvanecerse en aquellas aguas profundas, en aquel mar inmenso.
Se que todavía no se ha marchado, nos acecha, nos vigila continuamente, yo sé que volverá hasta que acabe con todos nosotros, ¡somos sus presas! Y nadie podrá detenerle.

Diario de abordo, 17 de febrero de 1856.

No he podido contarle a la tripulación lo que había visto.
Hoy nuevamente han ejecutado a otro marinero, Joe era un buen muchacho, pero esta noche voy a darle caza solo, así podré demostrar a la tripulación lo que está pasando.
Estamos tocando el acantilado, en el mapa figura como el cuerno del diablo, creo que el haber llegado a este punto es un mal presagio, son tierras malditas, ha llegado la hora.
He cogido mi fusil, he subido a cubierta, indudablemente allí estaba, pero cuál no habrá sido mi sorpresa al ver que toda la tripulación estaba allí rindiéndole culto, todos sabían de la existencia de este ser. Solo pude esconderme muy rápidamente y escuchar:

- Yo soy Bafomel, el hijo de la diabólica Trinidad y os exijo otro sacrificio o pereceréis bajo mi poder.

Hoy, sentado en mi camarote, deduzco lo que se avecina.
Que podría haber hecho, luchar contra cincuenta hombres, o luchar contra aquella maldita bestia.
Ya escucho los pasos, viene a por mí. A todo aquel que encuentre este diario que ruegue por mi alma.

Capitán Zardoc.

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