Cap. 3

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Pero mucho silencio a veces desespera, y solo alimentaba el hecho de que José se siguiera sintiendo vigilado, aun estando en casa.

Eran las 9 de la noche y José seguía viendo la televisión, cuando recibe un mensaje del grupo de sus amigos que tenía en mensajería instantánea. Tomo el celular de la mesa, que en ese momento estaba ocupada por comida, bebidas, el control remoto y claro, un montón de basura producto de las largas horas que había pasado José ahí. José no se dio cuenta de que ese no era el primer mensaje del grupo, llevaban toda la tarde discutiendo sobre a qué hora se verían para ir al antro. Varias veces preguntaron por José y, evidentemente el no respondía. Finalmente decidieron verse en el Café Internet que queda cerca de "La gran manzana". Así le apodaban ellos a la zona de antros de la ciudad.

Así, José tomó sus prendas, una toalla y se metió al baño. Al entrar en la regadera, la caída de agua parecía quitarle todo el peso de encima que había acumulado durante todo día. Había tenido una jornada agotadora y nada placentera, y parecía que las gotas de agua se lo llevaran como si fuera solo una corriente. Justo en ese momento, algo lo saca de su tranquilidad.

Siente que alguien está con él en el cuarto de baño.

No es algo que haya visto o que haya escuchado, es algo que sentía. El agua estaba caliente y aun así sentía escalofríos. José corrió las cortinas y asomó la cabeza. No había nada. Pegó un grito diciendo "¡Papá!", pero nadie respondió. Todos sus sentidos estaban despiertos, no escuchaba ruidos abajo ni en el pasillo.

Todo esto debían ser alucinaciones producto de su larga caminata desde la escuela. Se estaba tranquilizando cuando sintió un leve rose a la altura de su hombro derecho. Todos los nervios de su cuerpo produjeron una sensación parecida a cuando la electricidad recorre las extremidades. José voltea pero tampoco logra ver algo.
La ducha estaba vacía. Su corazón latía a mil por hora, ya no tenía ganas de seguir bañándose, su cerebro le estaba jugando una mala pasada, claro que, sentir que alguien te toque en una bañera, es algo clásico de las películas de terror. No había por qué asustarse.

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