labirentos de oscuridad

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En un despertar, volví al baño y el agua era negra, y los espejos no reflejaban mas que el vacío de mis pensares. Las sirenas sonaron y trajeron consigo un extraño sabor a angustia, las calles eran inseguras el caos apareció en medio de un silencio la poca gente de la calle estaba degollada y los autos en choque entre los cristales, brazos, cabezas y piernas colgados en cada esquina de los edificios y casa los restos eran tirados a la vereda derramando sangre e intestinos, putrefactos olores brotaban de los cuerpos, la policía corría tras algo que sabían no estaría ahí.

Había pasado ya una hora desde aquel acto y las llamadas no entraban, los teléfonos de la manzana estaban inactivos el apagón llego y en llantos inagotables, gritos en cadena y un despertar de la muerte recogiendo los cuerpos con vida para llevarlos consigo hacia las profundas zonas del infierno, cada ves mas cerca de cada hombre, niño, anciano o mujer las calles ya eran lugar de nadie. Ventanas cerradas y puertas aseguradas, toda casa corría un riesgo de ser saqueada, pero por ¿quien?
En el mueble de la sala había una hoja doblada en ella mostraba el mapa de todos los callejones y zonas ocultas de la ciudad, esto era un crimen hecho desde el corazón de esta, fugitivos y criminales, escorias en el centro tal ves salieron a liberar un maldito control sobre nosotros, alguien regia la fuerza para envolvernos en las manos de la oscuridad.

Tome la linterna y el arma del armario, simple pequeña y precisa para protegerme, salí en busca de la "muerte" salí solo para ver de cerca y rosar las puertas del infierno, monte el momento y camine hacia la entrada de la oscuridad. Camine entre muertos y sangre, entre intestinos y sesos, las sirenas sonaban pero los autos estaban inactivos, el viento inquieto arrastraba los dedos y las manos, caminaban los perros y aullaban por los cuerpos, caminaban en compás de la calle, en desoladas lunas habita el murmuró de la vida para dar a la muerte un tiempo de espera, corrí tras horas para llegar a los callejones y entonces saque el arma y comencé a ir tras el rastro del caos.

El sudor corría y los suspiros comenzaban a escapar, el frío aire tan osado congelaba los nervios y atraía el miedo hacia mis manos. El temblor el las rodillas y el tic tac de mi reloj de muñeca inquietaban mis ojos haciendo vistas inquietas hacia todos los lados, el agua goteaba de los techos al igual que la sangre el agua era espesa y entonces un recuerdo voló entre en la presión de los días mas oscuros de mi vida. El recordar es sentirte mas gastado y ahogarse en los gritos del tiempo hacia las horas mas vivas y el morir mas cerca.

-¿Sola otra ves?
-si.
-Las memorias están al acecho, ¿no te preocupa seguir viviendo en medio de tal asesino?
-Tal vez huir sea mi manera de vivir
- No siempre puedes correr de lo que te asusta Dreznov.

Mientras el apagón de las calles eran amantes del infierno, corrían las voces contra el deseo de morir las alamas ya sin ganas de luchar en la vida desganadas por la vejez que era casi extrema de los habitantes aquí se iban perdiendo en el olvido de la muerte y decidían morir a manos de la vida.

Cuervos sobrevolaban la ciudad en cantidades inmensas los carroñeros lobos del bosque salieron en busca de la carne aun fresca de los resientes muertos en guerra contra la nada.
Volteando a ver el oscuro callejón y susurrando mis palabras de voluntad iba yo entra la nada y el mundo entre la sangre y los autos caminado hacia el recuerdo mas perdido en mi mente. Abrir las puertas oxidadas de las casas para saquear algo y poder continuar en el camino de los perdidos llantos, abrí una casa llena del silencio habitada poblar soledad una casa muy parecida a mi, era una casa desolada por el tiempo, era una casa perdida entre las demás,simplemente era una casa abandonada, como todo sentir en mi. En una parada mirando al vacío pensé en disparar hacia la cabeza, morir y olvidar en ka eternidad mi existencia pensé en borrar la mancha que había dejado el lapicero no deseado, simplemente tome el arma, apunte en la garganta y entonces, hoja en el sofá con una familia dibujada, arrastrado por el viento golpeo mía zapatos y interrumpió mi suicidio, marco mi momento y las lágrimas brotaron, y el arma solté.

En la mañana siguiente la masacre terminada con la lluvia encima de las cabezas enfriando los cristales y calmando los llantos, salí en busca de los destellos de luz llamados verdad.

-¿como acabaste aquí?
En mi lucidez conteste.
-escape del infierno.
En su inocencia de niña abrió los ojos y en lágrimas perdidas dijo
-mis padres salieron la tarde ayer, les jure no irme hasta que ellos vuelvan.
En su cara de princesa y sus ojos cafés vi un susto incontrolable atrapado en un cuerpesito cansado de llorar
-pequeña dime tu nombre
-me llamo Mía.
-Pequeña Mía. ¿te parece si nos aseguramos de llenar tu pequeña panceta?
En titubeos hablo
-claro, hace hoooras que no como nada
-Bien, acompañe, muéstrame la cocina

Sobre la improvisada mesa sobre la alfombra, comimos y ella acostada entre cubiertos y dibujas a crallola, cerro los ojos y descanso en una tarde tranquila y fuera de peligros.

Al caer las nubes negras, y continuar la lluvia por la noche, sonaron los cristales romperse y los gritos de mujeres desesperas morir. Mía de nis brazos y en carrera por las calles esquivando desechos cuerpos y podridas cabezas ensangrentadas. Las afueras de la ciudad eran inseguras pero solo quedaba dirigirme hacia ahí, en mis brazos ella era libre en su mirar caían las gotas poniendo la ciudad donde ella quería verla, asomándose a mirar a su alrededor voltee y juntas vimos como eran despellejados los cuerpos por los colmillos de los lobos, corrí sin custodia de rumbo y con los cristalisados ojos corrí por horas corrí en nieblas.

Dormimos cerca a las entradas del bosque, casi por los árboles, despertamos en una enredadera de brazos, caminado hacia las cabañas cerca de donde estábamos, las miradas acechaban y los oscuros paisajes daban un misterio sobre nosotras. Acabando nuestro caminar nos quedamos en una casa de madera pequeña pero segura mientras ella lo pensase así.

DeliriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora