Las llamas del Fénix

Prefacio

Katniss Everdeen gritó una última vez antes de que el dolor cesara, con el sudor bañando su rostro y sus manos crispadas, oyó el llanto, las frases de felicitación le rodearon pero ella no era feliz. Su madre apareció en su campo de visión para ayudarla a reincorporarse un poco, el dolor en su vientre volvió con menos ímpetu que antes, sólo unas punzadas. Sus ojos volaron a los dos hombre que entraron después de oír el llanto, ambos miraban el bulto que sostenía Prim, ésta les informó del sexo, una niña; Haymitch fue el primero en apartar la vista y posarla en Katniss que tenía la mandíbula tensa, al encontrar sus ojos él movió negativamente la cabeza y ella sólo empuñó sus manos.

—Es hermosa —Peeta por fin rompió el silencio, se acercó a Prim para poder tomar al infante en sus brazos, al tenerla sus ojos se suavizaron con ternura, acarició sus mejillas rojas como manzanas recibiendo unos gorjeos—, ¿cuál será su nombre, Katniss?

Ella apretó sus labios, no quería nada con esa niña, sólo necesitaba apartarla y cuando iba a decir que no le pondría el nombre, no iba a crear un lazo; vio como parpadeaba antes de entreabrir sus diminutos parpados y el aire se escapó de su boca. Azules. Sus ojos eran azules como los de Peeta, su padre; y sin poder evitarlo un nombre escapó de sus labios:

—Dandelion...