Jungla de concreto

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Dicen que New York es la ciudad de los sueños, de las pasiones y de los encuentros. Donde miles de personas buscan una oportunidad, un haz de esperanza para sus metas, anhelando con vehemencia encontrarla en aquella flamante ciudad. No obstante para el joven oriundo de Corea la razón por la cual había terminado en New York era más banal: deseaba alejarse de su abusivo padre y los recuerdos dolorosos de un amor trágico.

Y New York era el destino para él, después de todo por algo había sido el único pasaje que quedaba en aquel avión que estaba a punto de despegar desde Incheon. Y así fue que tras 16 horas de vuelo con escala logró aterrizar sano y salvo en aquella ciudad desconocida. Una ciudad con un idioma que para él no era indiferente, después de todo había estudiado por años ingles.

Encontrar un sitio fue más fácil de lo que había imaginado (y preocupado). Tras hacer algunas preguntas llegó a un cómodo departamento en un piso lleno de estudiantes, por lo tanto el precio era accesible aunque lo único que debía soportar era el ruido de sus vecinos por las noches.


- ¿Un piano? – preguntó Woobin mientras observaba el piano vertical apoyado contra la pared lateral, justo junto a la ventana que daba al balcón.

- Este piso le perteneció a otro joven, era alumno de Julliard, cuando se graduó nos dejo el piano como forma de pago por las rentas atrasadas – contestó el hombre detrás de él - ¿Y qué piensas del lugar? Lamento que te apure pero mi mujer me espera para cenar y ella odia que llegue tarde...

- Comprendo – dijo Woobin volteándose sonriente para ver al encargado del lugar - ¿Dónde está el contrato?

Aquel conjunto de departamento era exclusivo para estudiantes de música. Esa era una de las muchas razones por la cual era barato, esa y el hecho de que su paisaje fuera otro edificio. Pero pese al ruido que abundaba a Woobin parecía no importarle, de hecho le divertía mucho escuchar a todas esas personas practicar sus instrumentos, algunos lo hacían extremadamente bien y otros simplemente apestaban. Pero era música, algo que a él le gustaba.

La brisa nocturna de la ciudad congeló las mejillas del joven de veintidós años, haciéndolo temblar en aquel sencillo pijama que llevaba puesto esa noche en aquel balcón. Pero no fue hasta finalizar su cigarrillo que decidió entrar para resguardarse del invierno. Y fue allí cuando volvió a toparse con el piano. Woobin observó el trabajo sobre la madera que recubría aquel antiguo instrumento. Paso sus dedos y sintió la suavidad de esta debajo de su piel. Una sensación extraña se apoderó de él haciendo negar con su cabeza y alejarse hasta su habitación.

Esa noche se acostó  escuchando la dulce melodía de un violín, y por primera vez en meses pudo dormir. 

&

Miles de turistas recorrían las calles de la gran manzana, tomando fotos de todos los lugares que se cruzaban frente sus ojos. Móviles, cámaras, flashes. Todos esas personas se desesperaban por capturar cada momento y publicarlo en sus redes sociales.

 Todos menos uno.

Woobin a diferencia de ellos simplemente observaba de forma detallada los sitios, girando su cabeza de un lado al otro para memorizar los detalles característicos de aquellas construcciones que tanto había visto en películas e imágenes. No tomó fotografías, pero en su cabeza archivó cada lugar en un álbum mental que se llevaría para siempre consigo.


Sentado sobre una fuente almorzó una gran hamburguesa completa con papas fritas. El sol estaba en lo alto del cielo y muchas personas disfrutaban de la calidez del día luego de la última nevada en la gran ciudad. Woobin masticó las papas mientras observaba a un grupo de jóvenes improvisar versos en un extraño estilo de rap libre. Parecían niños de secundaria, sin embargo no se podía saber bien desde esa distancia. 

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⏰ Última actualización: Feb 22, 2016 ⏰

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