Tenía que encontrarla.
Cuando me mudé con mi padre, pensé que lo llevaba todo. Pero no era así, se me olvidó justo lo único que de verdad me importaba.
Y tenía que recuperarlo.
Ante mí, podía ver lo que había sido mi hogar durante mis once primeros años de vida, y no pude evitar que me asaltasen la mente cientos de recuerdos, la mayoría felices, hasta cierto día...
Yo vivía una vida normal, junto a mi padre y mi madre en la casa que se alzaba ante mí, en sus tiempos era bonita y acogedora, siempre iluminada y repleta de rosas azules, que a mi madre le encantaban. Ya no quedaba nada de entonces, estaba vacía y desolada. Ya no había casi flores y las que quedaban estaban marchitas. Era como si mi madre se hubiera llevado sus vidas con la suya.
Después de la muerte de mi madre, mi padre no quería saber nada de aquella casa, ni de nada que tuviera que ver con ella y a mí me arrastraba con el empujándome a olvidar su recuerdo.
No había visto una rosa azul desde entonces.
De repente una voz brusca hizo que volviera a la realidad y mis recuerdos se desvaneciesen dejándome solo con una sensación de vacío.
— ¡Ey tía!— retumbó en mis oídos la voz de mi amiga Lara. Aquel día su pelo negro apenas se distinguía con la oscuridad de la noche, pero a pesar de eso, si podía ver lo extremadamente liso que era, siempre me ha sorprendido el contraste de su oscuro cabello con sus verdes y luminosos ojos.
Tenía a todos los chicos haciendo cola detrás suya.
Le miré a los ojos y sonreí.
— ¿A qué estás esperando?— insistió— ¿Me estas escuchando?
No –pensé-. —Sí—. Contesté.
—Bueno entonces ¿entramos o qué?—Me dijo señalando la puerta.
Asentí. Lara me adelantó y entró primero.
Había algo raro en ella, no paraba de enviar mensajes y reírse.
Atravesé la puerta y todo estaba como lo recordaba menos por algún que otro pequeño detalle. Las ventanas estaban rotas, el suelo lleno de escombros y los muebles repletos de polvo.
Bueno, en realidad no estaba para nada como la recordaba.
— ¡Chelsea! ¡Coge esa maldita carta y vámonos ya!
— ¿Por qué tienes tanta prisa?
—Nada, nada tú solo date prisa.
Definitivamente estaba muy rara.
Subí por las escaleras que llevaban a mi antigua habitación. Por cada escalón que subía caían más escombros y tenía la sensación de que se iban a derrumbar.
Lara iba detrás de mí dando brincos como si de una escalera resistente se tratara. Como sí una mierda de cincuenta años pudiera resistir sus saltitos de coneja.
Cuando llegué al piso de arriba vi la puerta de lo que era mi habitación. Estaba a punto de abrirla pero temía que los recuerdos fueran demasiado abrumadores.
Lara me adelantó y la abrió de un empujón.
— ¡Tía!, ¿Hoy estas lentita eh?
La ignoré.
Entré a mi habitación. Estaba todo en su sitio, solo que algo deteriorado. Los muebles estaban todos tapados con fundas transparentes que supongo que servirían para evitar que entrara polvo pero por lo que podía ver no habían servido de mucho. Corrí hacía el armario y pedí ayuda a Lara para que me ayudara a quitar la funda que lo cubría.
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Una Rosa Entre Cenizas.
Teen FictionDespués de la muerte de mi madre pensé que todo estaba perdido, que nunca podría volver a ser feliz. Pero todavía me quedaba algo de ella... En ese sobre se escondía el último mensaje de mi madre dirigido hacia mi y mientras no leyera sus palabr...