Mi padre nunca me dejaba entrar a verla, pero aquella noche él no estaba en casa así que me escabullí.
Mamá estaba tumbada en su cama individual, desde que calló enferma siempre dormía sola.
A penas podía distinguir sus facciones entre la penumbra pero cuando habló su voz sonó clara—. Sabía que vendrías—La luz de la mesita de noche que yacía a su lado se iluminó y distinguí una sonrisa en su rostro. Era esa misma sonrisa que yo había heredado al igual que sus profundos ojos azules que a diferencia de los de mi padre eran tan oscuros que a veces podían parecer incluso negros. El pelo lo había heredado de él, lo sabía porque había visto fotos suyas de cuando era más joven. Mirándolo ahora y viendo su cabello cano nunca podría haber imaginado que lo había tenido de este castaño dorado.
—Te echaba de menos—confesé.
—Y yo a ti cariño.
Me acerqué a ella y me senté en el borde de su cama.
Me fijé en que en la mesita de noche había un montón de pañuelos manchados de sangre.
— ¿Mami? ¿Por qué estás malita?—mi madre me llevó la mano a una de mis coletas y jugueteó con ella enrollando y desenrollando sus dedos entre los mechones de mi lacio cabello—Me dijiste que te pondrías bien pronto, pero ya han pasado cinco meses.
—He intentado ponerme buena pero hay cosas que no puedes controlar Chelsea.
— ¿Por qué papá no quiere que te vea?
La expresión de mi madre cambió completamente, intentó disimularlo para que no me diera cuenta, pero no funcionó—No querrá que me veas así.
— ¿Y qué pasa? ¿Qué lo que yo quiero no cuenta?—ya había empezado a sollozar.
De repente mi madre se llevó las manos a la boca y comenzó a toser.
— ¿Mami?—cuando apartó las manos de su cara estas estaban cubiertas de sangre— ¿¡Mamá!?— me estaba ahogando en mis propias lágrimas.
Se limpió las manos y sacó algo de debajo de la almohada. Era un sobre blanco.
—Chelsea, llegará un momento en el que no podré estar a tu lado. Ojalá eso no pase hasta dentro de muchos, muchos años. Pero por si acaso quiero que conserves esto—dijo entregándome la carta—. Pero tienes que prometerme algo—. Yo no paraba de asentir en cada momento, al final de cada frase que ella pronunciaba—. No la abras hasta que te sientas preparada.
Observé el sobre mientras lo sujetaba con ambas manos. Había una mancha de sangre en la esquina, al verla, un par de lágrimas cayeron sobre él.
La carta todavía estaba manchada, pero la sangre queen su día era de un escarlata brillante ahora su tono amarronado le hacía parecermás bien una mancha de café.
La superficie del sobre estaba arrugada en el sitio donde mis lágrimas habían caído.
Habían pasado nueve años pero nunca podría olvidar aquel último día con mi madre.
Llegué al instituto diez minutos antes de mi primera clase. Tenía que dejar de llegar tan puntual no fuera que los profesores se acostumbraran y me exigieran demasiado.
Los pasillos ya estaban abarrotados de gente: Chicos del equipo de fútbol paseándose por ahí con sus uniformes seguidos por animadoras de aspecto ridículo con sus dos coletas y sus outfits de Barbie in the dream house, algún que otro empollón cargando con esas horribles gafas del laboratorio de química que apenas dejan cara al descubierto, chicas de bajo juicio fumando en las esquinas acompañadas de sus correspondientes "novios chungos" y una pequeña cantidad de niños que acababan de ser arrastrados a esta selva y que caminaban perdidos intentando guiarse con esos planos el doble de grandes que ellos que siempre les daban a los de primero de secundaria al comenzar el curso.
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Una Rosa Entre Cenizas.
Teen FictionDespués de la muerte de mi madre pensé que todo estaba perdido, que nunca podría volver a ser feliz. Pero todavía me quedaba algo de ella... En ese sobre se escondía el último mensaje de mi madre dirigido hacia mi y mientras no leyera sus palabr...