5

1.6K 17 1
                                    

Voy a un colegio mixto. Pero no es así mi relación con los demás. Para nada. Digamos que voy, me siento en el último banco y no existo hasta que vuelvo a salir. No es que tenga mala relación. No tengo. No me hablan, no les hablo. A los varones, digo. Hay un grupo de chicas, mis amigas, con las que estoy en el colegio desde el jardín. Las más más amigas somos cuatros. Ellas en general se llevan bien con todos. En el curso hay dos personas a las que mis compañeros no tiene en cuenta. A mí y al (estoy pensando cómo definirlo) soberbio, insoportable, creído de Fabián. Que se sienta adelante, que siempre levanta la mano, al que ni los profesores se bancan ya. No puede para de llamar la atención. Los chicos lo gastan siempre. Las chicas lo ignoran y las entiendo porque no lo aguanto. Conmigo es distinto, a mí nadie me molesta. Dudo incluso de que algunos compañeros sepan que existo. Ni hablemos de que sepan mi nombre o algo así. Las chicas sí, saben, pero me relaciono únicamente con mis amigas.

Cuando termine el secundario no tengo idea de qué voy a hacer. No creo que vaya a estudiar música. A veces pienso en algo y después, en otra cosa. Pero igual me queda un año de colegio. Aitana decidió qué hacer a último momento, cuando ya comenzaba el año en que tenía que ingresar a la facultad. Yo no me imagino trabajando en algo. No porque no me vaya a gustar. No me imagino en una oficina con una computadora delante. No me imagino nada.

Ni abogada, ni profesora de violín. Para eso están mis papás.

Tampoco comercio exterior. Eso es para Aitana.

Rosario va a ser pintora. Y escultora.

Tania, psicóloga.

Wanda, maestra jardinera.

Yo no tengo la menor idea.

Rafaela (Mariana Furiasse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora