Prólogo.

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«Yo vivía por ti. ¿Pero que haré ahora que tú no estás?»

Las lágrimas caían por sus mejillas como la lluvia de aquella mañana del martes.

Todos estaban en sus casas, pero ella no.

Todos habían puesto rosas en el ataúd. Pero ella puso tulipanes.

Porque sabía que eran sus favoritas.

Ella sabía mucho de él, pero lo mantenía en secreto.

Tenía sentimientos hacia aquel chico, pero nunca se dio cuenta, porque nunca los demostró.

Ella pensaba muchas cosas, pero entre ellas, siempre volvía al mismo punto.

Él.

Porque cuando todos ya se habían ido, ella se había quedado.

Porque sabía que él haría lo mismo por ella.

Prohibida su copia o adaptación. De no cumplirse, correrá sangre.

Lo que nunca pude decirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora