Todo esto empezó una noche de un viernes como cualquier otro. Los viernes, iwazumi solía pasar conmigo la noche y yo solía sobreesforzarme más de lo habitual.
Así que pensé que esa noche sería diferente. Pero no lo fue.
Y todo fue culpa mía. Todo lo que pasó, lo causé yo. Y aun cuando lo recuerdo me sacude la ira, se ancla a mi corazón y me obliga a vivir con la consciencia intranquila.Esa noche, yo me esforcé demasiado, más de lo habitual.
La rodilla derecha me llevaba fallando desde hacía ya semanas, pero siempre me había aguantado. Y contaba con que me aguantase una noche más.
Pero no fue así.Fue un infierno disimular con mis típicas sonrisas que todo iba bien de camino a casa.
Fue un infierno subir las escaleras hasta el piso de arriba.
Y fue un infierno el sentir que no debía pedir ayuda a la persona que más quería porque aquel era solo mi problema y debía enfrentarlo yo solo.O eso creía. Porque cuando por fin me derrumbé en el suelo de mi habitación, sin poder dar un paso más mientras Iwa iba al baño, no pude contener mis sollozos. Dejé salir a la desesperación, a la ira, dejé que mis fuerzas salieran en forma de lágrimas. Pero el dolor, la ira y la culpabilidad seguían dentro de mí, y eso no lo podía sacar de mi corazón.
Sin embargo, por encima de todos esos sentimientos, se impuso el miedo. El miedo al observar la silueta de iwa, que se recortaba contra el luminoso pasillo, mirándome fijamente, con una horrible expresión de pena y dolor. El miedo al intentar encoger mi rodilla, antes de que sus ojos se clavaran en ella, comprendiendo entonces qué me pasaba. Y volviendo a mis ojos con la boca entreabierta, para luego ahogar un grito y salir corriendo.
Chillé. Grité de miedo, de desesperación, porque no quería que me dejara. Comprendí demasiado tarde que él era un pilar. El pilar que me sostendría cuando mi pierna derecha no pudiera hacerlo. Y entonces, movido por el pánico, sin saber lo que hacía, me puse en pie, tratando de salir tras él. Lloré, dejé que las lágrimas nublaran mi vista, y llegué a tiempo para ver cómo Iwa salía de casa precipitadamente, sin nada más puesto, a pesar de que fuera hubiese una intensa tormenta.
Corrí escaleras abajo, me tropecé y caí, intensificando aún más el insoportable dolor de mi pierna. Pero para cuando llegué a la puerta, él ya se había ido. Me agarré al marco, temblando, y fue entonces cuando me abandoné al dolor, mi vista se nubló del todo y las fuerzas me abandonaron de verdad.
Y todo se volvió negro.~*~
No podía pensar. No podía más. Mis músculos ardían, pero no pensaba dejar de correr. La lluvia me empapaba y el fuerte viento impedía que siguiera avanzando, pero yo estaba totalmente bloqueado.
¿Hasta dónde había sido necesario llegar para que me diese cuenta? Oikawa estaba destrozado. Oikawa sufría. Y yo no me había dado cuenta de nada en todo aquel tiempo.
No había reparado en sus sonrisas falsas, ni en las horas extra que pasaba a veces en el gimnasio, ni en el posible y leve cojeo que hoy se había incrementado tanto.
¿Y yo me hacía llamar su amigo?
Yo, que no le he aportado nada nunca.
Que no he sido capaz de ver lo mal que lo estaba pasando.
Yo, que no he podido ayudarle.
¿Cómo voy a reconstruirle si ni siquiera he estado a su lado mientras se derrumbaba, intentando impedirlo?
Me detuve súbitamente en medio de la calle, sin farolas, sin luz, sin nada que me pudiese guiar de nuevo hasta su casa. Pasé una mano por mis ojos, notando cómo la fría lluvia luchaba contra las cálidas lágrimas que hacía rato que resbalaban por mi rostro.
Lo estaba haciendo todo mal.
¿Qué hacía allí, mientras Oikawa moría de dolor en su casa, solo?
Respiré hondo, sintiendo el frío acariciando mis huesos, y reprimí un escalofrío. Y recapacité.Yo no tenía que estar allí solo.
Yo tenía que estar con Oikawa.
Yo tenía que levantarle, tenía que hacer que volviese a andar.
Que recuperase algo de la alegría, quizá que volviese a sonreír de verdad alguna vez.
Pero eso no lo conseguiría huyendo.
Y lo comprendí.
Había estado huyendo aquel tiempo. Huyendo del dolor ajeno, huyendo de la verdad, porque tenía miedo a conocerla.
Tenía que dejar de huir.
Así que di media vuelta y corrí de nuevo, corrí como nunca lo había hecho.
Hacia lo que de verdad me importaba, hacia lo que necesitaba recuperar.
Corrí para intentar salvar lo que quedase de Oikawa.~*~
Apenas fui consciente de que me cogían en brazos, aún tirado en la puerta. Apenas fui consciente de los labios cálidos que rozaron un momento mi frente.
Pero sí fui consciente del cuerpo que se acostó junto a mí y que me abrazó delicadamente por la cintura, mientras recobraba el conocimiento poco a poco.
Pronuncié su nombre una sola vez, apenas un susurro. Pero él me puso um dedo en los labios para que callase, y besó mis párpados para que los cerrase.
Sentí como me estrechaba contra su cuerpo suavemente.
Y supe que jamás podría volver a dormir en otros brazos que no fueran los de Iwa-chan.~*~
Su respiración se volvió lenta y acompasada. Su cuerpo entero se relajó en mis brazos. Oikawa se había dormido.
Lo observé en la penumbra, mientras le acariciaba con suavidad el pelo. Retuve las lágrimas al recordar cómo había estado esta tarde, cómo había estado probablemente durante las últimas semanas.
Y entonces me di cuenta de una cosa.
Me di cuenta de que no quería apartarme de su lado. De que no podría apartarme más de su lado.
Porque estaba dispuesto a todo con tal de ver a Oikawa feliz.
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Tonight, we can't be kings
FanficSe dio cuenta de que no podría dormir sin él a partir de entonces. ~*~ Se dio cuenta de que no podría apartarse de su lado, porque estaba dispuesto a todo con tal de verle feliz.