PRÓLOGO

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Aspiro todo el aire que puedo y lo suelto de golpe. El oxígeno frío de Holmes Chapel se apodera de mis pulmones y el nudo en mi garganta se desvanece un poco.
Recuerdos inundan mi mente... Quiero apartarlos, quiero ahogarlos en el fondo de mi alma y no dejarlos salir nunca más.
Pensar en ella me hace tan mal, simplemente no puedo soportarlo. Hacerme la idea de que no la voy tener en mi vida, junto a mí, me provoca querer tirarme al vacío desde barranco más alto del mundo. Pero no puedo hacerlo, sería una cobarde y eso no es lo mío, prefiero esperar a que pase el tiempo tal vez así la olvide, pero aún  no es el momento.
Camino sin rumbo alguno, voy hacia dónde mis pies me guien. Estoy consciente de que me he perdido, no sé dónde carajos estoy.
Miro hacia mis alrededores, no hay casi nadie en la calle. Suspiro. Es un pueblo algo pequeño, está comenzando a transformarse en ciudad, no me sorprende que hallan pocos habitantes. Vuelvo mi vista a mis pies sin más que hacer, siento olor a pan recién horneado, ese riquísimo aroma que me recuerda más a ella y a todas esas tortas que hacia, no quiero pensar, no quiero llorar en medio de la calle. Sacudo mi cabeza espantando mis pensamientos y busco con mi vista el lugar de la procedencia del aroma pero no logro ubicarlo. Así que sigo caminando aumentando levemente la velocidad, sacó el móvil del bosillo de mi jean, son las 10 am. Anoche no pude dormir y cuando por fin pude hacerlo sólo logré conciliar cuatro horas de sueño.
Pesadillas.
Escucho el tintineo de una campana, esas que avisan cuando llegan clientes, levanto la mirada y a unos pasos me encuentro con una panadería, magnífico, una pequeña sonrisa se asoma por mis labios. No he desayunado así que... Me caerá bien comer algo rico. Llego al lugar y habro  la puerta de vidrio, ocasionando el pequeño sonido antes mencionado. La calefacción del lugar se hace presente y me siento a gusto con ello, últimamente está haciendo demasiado frío, el tiempo odia su ausencia.
Me acerco al mostrador a esperar mi turno. Rebusco nuevamente en mis jeans el dinero que agarré antes de salir, lo tengo, perfecto.
Miro tras la vidriera del dicho mostrador y me encuentro con una variedad inmensa de horneados: cupcakes, bombones, tartaletitas de frambuesa, pequeños bocaditos de chocolate con almendras, donas, brownies... Brownies, ¡brownies! Hace mucho tiempo que no me deleito con esos manjares, se me hace agua la boca. Y es que sí, soy fan de todo lo que tenga que ver con postres, ¿quien no?.
Escucho que alguien carraspea. Rápidamente levanto mi vista y me encuentro con unos ojos verdes, colisionan con todo mi sistema.
- Hola - se dirige a mí.
- Hola - digo casi inaudible.

Dear Katty.|HSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora