Pluie

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Una tarde fría y lluviosa de enero. Sonrisas, guiños y miradas fieras y de perversión se comparten. Perfecto compás que siguen nuestras bocas, alimentándose una de la otra, gritándose que no pueden vivir la una sin la otra en un completo silencio. El temblor de tus dedos recorre mis sonrojadas mejillas y agarra mi barbilla para acercarme más a ti. Un poco más. Tus ojos lucen entrecerrados como si consumiendo tu mejor droga nunca probada. Y mientras el sentimiento de tener tu boca en los lóbulos, en la boca, en la mandíbula o en el cuello va creciendo, el calor aumenta proporcionalmente a medida que tus dientes atrapan más fuerte mi piel. Se suman mis pechos, brazos y abdomen a la duda, los besos cortos se convierten en duraderos mordiscos o succiones que van dejando firmas del color del fuego sobre mi palidez que al día siguiente serán pequeños puntos morados como si mi cuerpo fuese cielo y ellos sus estrellas. Atrapas fuerte tus adorados puntos de encuentro en mí y sonidos que mezclan el dolor y el placer salen de mi boca como por arte de magia. Los duros movimientos de tus manos curiosas alcanzan los puntos más irresistibles y mientras tu saliva y mi sudor se vuelven un solo líquido, tus dedos fríos no tardan en templarse. De alguna forma desesperada te animo a no bajar el bonito y firme ritmo creado y a que el goce de la dureza de tus movimientos no cambie. De alguna otra forma incomprensible lo entiendes y el sonido de mi alma retorciéndose entre las paredes de su templo se evapora mientras la lluvia roza tus yemas antes de empaparlas aunque hubiésemos dejado la ventana cerrada.

Dulce tortura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora