//1//

5 0 0
                                    

Lydia.

Empujé mis sucios y empapados converse aún más en el lodo, evitando todo contacto visual con el ser humano ridículamente exigente parado frente a mí.

—¿Por qué no sólo te aplicas, Lydia?—Cindy continuó molestándome, su cabello castaño, aclarado por el sol volaba por encima de su cabeza por la leve briza.

Continué a retirarme del camino de cemento sobre la tierra desigual con lentitud, esperando que ella, sobre toda la gente, entendiera que esta era su señal para darme algo de espacio. Los ojos de Cindy se iluminaron con un cierto brillo de desaprobación maternal, sin embargo, al tiempo que empujé mi pie de regreso al suave camino, me di cuenta que no podría escapar del anzuelo esta vez.

—Te dije que no quería aplicar, así que no lo hice. Ahora estás sorprendida de que no apliqué cuando yo te dije desde el inicio que no quería aplicar, y por eso no lo hice—jugaba nerviosamente con mi collar, rascando la superficie repetidamente y tratando de mantener la pizca de paciencia que me quedaba.

—Entiendo que no estabas planeando aplicar, niña boba, lo que no sé es ¿por qué?—Cindy retorció su cabello en su mano, era un hábito propio de ella cuando no tenía razones para molestar a alguien.

—No me interesaba—le respondí con calma. No atreviéndome a mirarla directamente a los ojos y ver la decepción grabada en ellos, sin embargo, podría convertirse en la Cindy molesta, ella era una de las personas más educadas que he conocido.

—Son tonterías eso de que no te interesaba Lydia, has estado interesada en esto—miré sus manos moverse alrededor de ella señalando el zoológico como si lo pudiese abarcar con sus brazos y acercarlo lo más posible a su corazón—toda tu vida. Todavía tienes dos meses para aceptar la oferta y aplicar para el puesto, confío en que no me decepcionarás—Cindy terminó con el tono de conclusión y finalmente levanté la mirada, conectando sus ojos grises con los míos verdes.

—No me decepcionaré a mí misma—la corregí, mirándola con fijeza haciendo que mi mandíbula se apretase que incluso podía sentir como la parte interna se caería en cualquier momento y gritar de impaciencia.

Cindy abrió la boca a mi comentario y luego la cerró, como si hubiera estado a punto de rebatir mi lógica una vez más y luego se diera cuenta de que era un punto discutible de todos modos.

—Está bien Lydia—se encogió de hombros dándose por vencida mientras daba vuelta sobre sus tacones y alejarse.

Mujer inteligente.

Esperé a que sus botas de cordón desaparecieran en el cercado horizonte antes de yo seguir con mi corta caminata a la exposición de mamíferos. El suelo mojado me dio la bienvenida haciendo un sonido de chapoteo debajo de mis pies, finalmente solté la respiración que había estado conteniendo y sonreí vertiginosamente.

Hoy no había tours.
No pláticas a los niños que me veía obligada a alterar.
No explicaciones de la definición de extinción hasta que mi cara se tornara azul.
Sólo yo, suciedad, y Nora.

Louis.

—Cocaína Louis...cocaína.

Morgan Monroe seguía repitiendo lo mismo a sí misma, la mirada salvaje en sus ojos casi negros debería alarmarme, pero en realidad me divertía. Continuaba elevando el volumen de su voz cada vez que repetía la palabra; era como si la tonta mujer tuviera la impresión de que repetir la palabra lo haría menos ilegal.

Yo simplemente asentía con la cabeza en respuesta, mis brazos se cruzaban sobre el punto de luz que había arrojado.

—¡Cocaína!—Morgan estampó su mano sobre la mesa de caoba frente a mí, los bolígrafos sonaron en su caja metálica cuando su cabello teñido de negro cayó alrededor de su cabeza como una cortina. Ella ahora se estaba inclinando sobre el escritorio, conservando una distancia muy próxima a un beso. En cualquier otro momento hubiese tomado esto para soltar una broma sobre su tensión sexual hacia nosotros, pero ahora estaba demasiado colgado como para abrir mi boca y burlarla con un argumento.

—No nos drogábamos, Morgan, sólo salíamos. La prensa siempre inventa una historia fuera de lugar, una cerveza y de repente ya estamos con la heroína—Harry abrió la boca por mí y su defensa hubiese funcionado cualquier otro día, pero por supuesto no funcionó en nuestro favor hoy.

—Cierra la boca Styles—gruñó Morgan, su perfecta hilera de dientes se mostró como si fuera un león en el zoológico—. ¡Ustedes dos han estado en nada más que problemas desde que Louis rompió con Camilla!—El rosa pintado en sus labios saltó hacia mí mientras el mundo se iluminó en el desprecio del fuego.

Bruscamente me puse de pie casi tirando la gamuza importada al tiempo que empujaba mi cara justo al lado de la de Morgan.

—No te atrevas a hablar de mi vida personal, Morgan.

Escuché como Harry contuvo el aliento a mi lado, por suerte el resto de los chicos aún estaban en casa, sin saberlo, descansando en sus camas, de otra manera alguno de ellos hubiese tratado de pararme.

—¡Puedo muy bien hacer lo que me plazca cuando afecta mi trabajo y tu imagen, por la que me pagan para protegerla!—Hizo rechinar sus dientes, sentándose de vuelta en su silla y agitando sus espesas pestañas hacia mí.

Para cualquiera que mirase a través del cristal, se vería como si yo fuera la típica celebridad lanzando un ataque, mi cuerpo aún estaba curvado sobre la costosa mesa incluso después de que ella ya había vuelto a su lugar. Una ráfaga de emociones se transmitió a través de mi sangre mientras Morgan tomaba asiento con las piernas cruzadas como si no hubiese estado segundos antes gritándome en la cara.

—Sólo deja que los rumores se vayan por su cuenta sin hacer un gran esfuerzo en ello, siempre es así—intersectó racionalmente Harry, su voz lenta se encontraba aún más lenta esta mañana; un efecto secundario de haber sido despertado por un palpitante dolor de cabeza y las constantes llamadas de Modest! a todo volumen.

—Ahí es donde te equivocas, Harry—Morgan sonrió maliciosamente, presionó un botón en el teléfono de su escritorio y lo llevó hasta su oído. Algunas veces me preguntaba cómo podía oír a través de todo ese spray de cabello y mierdas que colgaban de sus orejas.

—Sí Elaina—Morgan hizo una pausa mientras la otra voz de alegría forzada del otro lado de la línea sonaba.

—¿Es la misma Elaina?—Murmuró Harry, atrapando mi mirada con sus cejas elevadas. Una sonrisa se asomó en su rostro y yo asentí pasando la lengua por mis labios.

Harry mordió su grueso labio rosado entre sus dientes, no atreviéndose a sonreír como él—estoy seguro—relató la historia que yo le conté de la que solía ser la elusiva Elaina, la diosa del sexo de hace dos fines de semana. Ahora, sin embargo, era solamente Elaina, la bonita italiana con la que había tenido un poco de diversión.

No hay sangre, no hay falta. ¿Cierto?

—Me gustaría que enviaras al señor Zayn Malik, Liam Payne y Niall Horan dentro de la próxima media hora—Morgan nos sacó a Harry y a mí de nuestro minúsculo momento de bromas.

Inconscientes de que nuestra libertad terminaría, ambos miramos sus cejas fruncidas, atrapados en un momento de confusión.

—Oh, y Elaina, comunícale a Paul que también se requiere de su presencia.

ZOO (Español) // Louis TomlinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora