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Lydia.

—Vamos, conoces al menos un animal, ¿no es así Tyler?—Me forcé a mantener mi tono de voz alto y alegre, la paleta se derretía formando gotas de naranja por toda mi mano.

—¡No!—El pequeño niño moreno gritó aún más fuerte, su cabello se pegaba a su cara debido a la rabieta que hacía.

—Sólo necesitas decir un animal Tyler, sólo uno y así tendrás tu paleta y poder irte a casa con tu mami—apreté mis dientes, el falso tono de bebé alegre se estaba extinguiendo aún más rápido que la población de pandas.

—¡No sé ninguno!—Gritó más fuerte, como si eso fuera posible mientras estampaba sus zapatos de lucecitas en el concreto repetidamente.

—Bien, supongo que entonces vas a tener que quedarte aquí—dejé mi posición hincada para ponerme de pie y sacudir la tierra que se había pegado a mi piel.

Estaba harta de esos malditos niños y tours.

—¡¿Tyler Bradley, dónde has estado?!—Una estridente voz resonó en el aire y el llanto de Tyler se detuvo tan abruptamente como yo eché la cabeza a un lado lanzando un profundo suspiro.
La alta silueta de una mujer increíblemente rubia se mostró caminando con rapidez hacia nosotros. Ella se elevaba al menos quince centímetros del suelo a causa de ese par de tacones que se miraban bastante caros como para traerlos al zoológico, y su expresión era nada más que agradecida.

—¿Dónde estaba?—Me preguntó pasando por encima de Tyler como si él fuera el juguete de un perro en vez de un niño. Me miraba con los ojos entrecerrados como si ella no pudiera dar sentido a una persona y me tomó un par de segundos más siquiera procesar la pregunta.

—¿Él estaba justo aquí, obviamente?—Elevé mis cejas señalando hacia abajo para asegurarme de que lo viera.

—¿Por qué sigue aquí? ¿Qué no los tours terminan a las tres? Son las tres-oh-cuatro y mi hijo aún está aquí. ¿Siquiera pensaste que yo tenía lugares en los cuales estar?—La mujer lanzaba preguntas como si quisiera que las recordara, cuando en realidad yo había estado enfocada todo el tiempo en que probablemente alguien durmió con ella.

—Sí, terminan a las tres. Aquí está su paleta—mis pensamientos vagaron a la pregunta de por qué alguien en el mundo hubiese podido pensar siquiera en tener un hijo con esta mujer.

—¡Yo no quiero su paleta! Levántate Tyler Bradley, levántate ahora mismo o juro por Dios-

—¿Hay algún problema aquí?—La familiar voz maternal de Cindy entró en la conversación, caminó hasta pararse a mi lado para observar la revuelta madre-hijo.

—No, ninguno, gracias por el tour con el grupo de jóvenes. La iglesia de verdad aprecia su generosidad, que tengan un lindo día—el estado de la mujer cambió así por así en un giro de 160 grados, actuando como una fiel de la iglesia y no la llameante loca en la que se expuso a sí misma.

—¡Que tengan un buen día!—Cindy gritó después de la madre, que ahora se encontraba alejándose con su hijo tan rápido como llegó.

—Bipolar—murmuré colocando uno de mis rulos sobre mi boca en un intento de ocultar mi risita inminente.

—Lydia—Cindy me regañó en voz baja, intentando sonar firme, pero las arrugas alrededor de sus ojos me dijeron que lo había encontrado divertido.

—Mocoso, veo a quien se parece—me quejé mientras atinaba la paleta en el cesto de basura en un tiro de suerte.

—Aparte de salvarte de lo que parece el centésimo niño, tu "sentido del humor" no lo toma bien—Cindy rodó los ojos—. Necesito que limpies la exposición Mammalia súper bien esta noche, después de que termines con Nora.

—¿Súper bien? ¿Qué no se supone que se ensuciará de nuevo? No es un Penthouse, los animales hacen sus desgracias ahí—le informé como si no lo supiera mientras arrastraba los pies por el concreto distraídamente, aún perdida en mis pensamientos.

—Es una orden del jefe, no estoy segura del por qué, pero estoy segura de que a ambas nos gustaría mantener el empleo—palmeó mi espalda antes de mirar su reloj y marcharse.

—¡Hasta mañana, Cin!—Le despedí metiendo mis manos en los bolsillos de mis shorts y bajando por el familiar sendero de pasto.

Era mucho más fácil para mí bajar las laderas fangosas a la exhibición y arriesgarme a caer de trasero arruinando así mis ya sucios pantalones que recorrer el cansado camino que se le ofrecía regularmente a los turistas. Un cierto sentido de seguridad recorrió mis venas mientras avanzaba en soledad la cubierta de musgo y madera. Como si estuviese completamente rodeada por mi propio paraíso, respirando la vida en mi cabeza pensativa.
Mis zapatos golpearon sin fin el lugar de los humanos hasta llegar a mi perfectamente inhabitado lugar propio. Era tan terrible como hermoso; como era de doloroso ver las marcas que había dejado marcadas en la suave tierra, estropeándola y dejando una mala cicatriz.

Continué mi trayectoria a donde Nora, inconsciente de que había quedado atrapada en una telaraña que abarcaba tres ramas y en mi sesgada mente.

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⏰ Última actualización: Feb 18, 2016 ⏰

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