Rescátame

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Prefacio

So long and good night

El estúpido reloj de mesa comenzó a hacer sonar su maldita alarma como un desquiciado, avisando que era el día, que era el momento y que debía sacar el trasero de la cama.

–Maldito infeliz –refunfuñó Robert fulminando con la mirada a los números rojos que titilaban en la pantalla negra, golpeó al hijo de puta con un puñetazo para que dejara de sonar. Había observado atentamente como pasaba la última media hora, minuto a minuto, como cambiaba el número digital al siguiente, deseando que nunca llegara a las 8:00 am, lo golpeó de nuevo, de manera innecesaria.

Antes de ponerse de pie recostó la cabeza en la almohada y miró el techo, tomó una bocanada de aire esperando que con ella le volvieran las ganas de vivir. No, no funcionó, giró la cabeza, esta vez a su izquierda, ella no estaba ahí… Mierda, ella jamás volvería a estar ahí ¿cierto? La bola de fuego inició en su estómago y arrasó con todo arrastrándose hasta su garganta, lanzó un grito desgarrador… tenía que deshacerse de todo ese dolor de alguna forma.

La puerta se abrió de golpe.

–¿Qué pasó?

–Mierda –se dijo, no estaba solo. Su familia se había quedado en el apartamento de Marta con él–. Lo siento, mamá –musitó sentándose y reprimiendo el gimoteo.

Clarisse lo miró desde la puerta.

–¿Puedo pasar? –No. Pensó, pero asintió. Su mamá entró con cautela, y se sentó al borde de la cama, el derecho, junto a él, le tomó las manos entre las suyas–. ¿Pudiste descansar? –Él asintió mintiendo descaradamente–. El desayuno está listo, no sé si quieras comer algo, pero…

–Comeré cuando acabe todo esto –dijo con la voz ronca.

–Pero cariño, esto no pasará pronto.

Robert alzó la vista.

–¿Qué quieres decir?

–Bebé, Marta acaba de morir, tu dolor no pasará en dos horas. Pero tienes que seguir viviendo, y necesitas comer.

Marta acaba de morir, sí, repítetelo como un nocivo mantra y termina de creértelo, estúpido, se dijo a sí mismo, era verdad, finalmente Marta había perdido la batalla y hoy iba a ser un día difícil, por llamarlo de alguna forma.

–Yo…

–Tú vas a bañarte, vestirte y comer algo antes de que nos vayamos –Volvió a asentir, su mamá se puso de pie y lo besó en la frente–. Te amo, bebé.

–Yo también, mamá –dijo esperando que ella se fuera de la habitación, al cerrarse la puerta bajó los pies de la cama, pero sólo para apoyar los codos en sus rodillas y ocultar su patética cara de niña llorona entre las manos, de un momento a otro iba a quedarse seco, no paraba de llorar, toda la noche prescindió de los sollozos, pero eso no impedía que siguiera sintiendo las lágrimas desplazarse por los costados de su rostro.

Por pura fuerza de voluntad terminó de ponerse de pie, y entró al cuarto de baño, Dios, ¿hacía cuánto que no veía lo que lo rodeaba? Había ido a casa para cambiarse y volver al hospital mientras Marta estuvo allí, y era justo hoy cuando se daba cuenta que en el gancho de pared aún estaban las otras dos opciones que ella había sopesado ponerse para el cumpleaños de Ashe. Mierda, lo que venía sería duro. Sacudió la cabeza como un perro secándose, Kristine habría reído con ese gesto, entró a la ducha. Abrió el grifo y se paralizó por completo cuando el agua le dio de lleno, pudo ver con total claridad el rostro de Marta hacia arriba, gimiendo, mientras él la sostenía por la cintura, pegada a las baldosas, su nombre en labios de ella resonó en su cabeza como si le estuviese gritando con un megáfono en su oído. No, esto no podía ir por ahí, cada maldito rincón de ese lugar era un hiriente recuerdo, no iba a sanar jamás… jamás.

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