Capítulo VIII

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(Hay una melodía en multimedia para ambientar el texto. Disfruten el capítulo)

Abrí los ojos con pesadez y molestia ante la luz que inundaba todo el lugar.

El centenar de recuerdos apabulló mi cabeza despabilándome en un santiamén.

Me incorporé observando con asombro e incredulidad a mí alrededor. Esto no podía ser verdad.

Ante mí se extendían enormes y bellos campos de flores, el cielo era de un azul tan impecable que dolía mirarlo directamente, el viento era fresco y delicado, y los árboles llenos de jugosas y coloridas frutas.

—Bienvenida —saludó un hombre tras de mí haciéndome sobresaltar.

Miré sobre mi hombro y lancé un jadeo de puro éxtasis.

Era él.

—¿Esto es...? —dejé la pregunta inconclusa mientras él se sentaba a mi lado.

—Sí, esto que vez ante ti es Infernalvania, o bueno, por lo menos una parte de ella. Creo que no hemos hecho las presentaciones oficiales —giró para mirarme de frente—. Soy Roger Anjou Di Carlo, amo de este lugar.

—No lo comprendo.

—Es más que obvio, por eso, aunque va en contra de mi política personal, estoy aquí para esclarecer tu camino y suerte en este mundo —tragué saliva con nerviosismo—. Bien, comencemos. Infernalvania es una dimensión alterna que me fue otorgada por un duque infernal a cambio de poblarlo con aquellos que, al igual que yo, tuvieran una mente enferma, aunque escondida en muchos casos. Claro está, existen casos de casos, de lo contrario creo que toda la cochina humanidad quedaría atrapada en este lugar. Bueno —se encogió de hombros como tratando de restarle importancia al asunto—... como podrás ver, lo que te describo no parece encajar mucho con este sitio y eso es por... —quedó en silencio.

—¿Es por? —me atreví a preguntar.

—Por ti —mi expresión se desencajó—. No me mires así, ya sé que parece una locura.

—Es que no comprendo —añadí con un timbre de voz más alto.

—No es que no comprendas, es que no lo recuerdas —tomó un puñado de pasto y lo dejo correr con el viento a la vez que soltaba un sonoro suspiro—. Durante mi vida cometí muchos crímenes, asquerosos, inmundos, lo peor de la escoria humana, pero tú —me miró directo a los ojos—... tú cambiaste eso, me hiciste mejor persona, aceptaste mi pasado e incluso comenzaste a ayudar a limpiar mi presente. Pero un día, cuando no sabíamos qué hacer con una de las chicas que había dejado gravemente desfigurada en uno de mis ataques de despiadada locura, pedimos ayuda a uno de mis lacayos para que la sacara de la ciudad y la hospedara en un pueblo lejano con todas las comodidades que una gran suma de dinero de mi parte podría proporcionarle, pero él, quizás por resentimiento o culpabilidad, aún no logro averiguarlo, me traicionó. Fui llevado a juicio y sentenciado a ejecución pública, mientras que tú... fuiste encerrada en la cárcel por ser cómplice de mis crímenes, muriendo de pena moral por mi causa.

Los ojos me escocían, no podía creer lo que me estaba contando, no tenía lógica alguna.

—Eso no es verdad, es uno más de tus extraños juegos —arqueó las cejas y sonrió con amargura.

—Ya quisiera yo, pero no, Alexandra, no lo es, cada palabra es verdad. Desde el día en que sentí nuevamente tu presencia en el mundo humano me dediqué a seguirte, a cuidar tu camino, velar por tu seguridad, todo con el fin de conocerte, hasta que tuvieras edad suficiente para traerte conmigo; por primera vez rompí mis reglas y las de este sitio, tus actos no te trajeron aquí, eres demasiado buena para ello, pero todo el mundo tiene una debilidad y yo me encargué de aprovecharla. Yo te traje, quizás con engaños y manipulación, abusando de lo fácil que es jugar con tu mente, pero es porque te amo y siempre será así. Sé que es difícil de asimilar, pero trata, por favor, recuérdame, yo no te he olvidado —se acercó a mí, tomó mi rostro y suspiró sobre mis labios—. Yo jamás te pude olvidar, mi querida Rosalie.

—Roger —dejé escapar un suspiro, y lo siguiente que supe fue que nuestros labios chocaron sedientos uno del otro.

—Roger —dejé escapar un suspiro, y lo siguiente que supe fue que nuestros labios chocaron sedientos uno del otro

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La sola mención de ese nombre había traído consigo un trasfondo de recuerdos y sentimientos infinitos. Lo amaba, y hace siglos había muerto por él.

—Creí que jamás te recuperaría, mi dulce, querida y hermosa Rosalie —acariciaba mi rostro como cual devoto a su diosa y yo no hacía más que devolverle las mismas caricias con cientos de besos entre lágrimas.

—Roger, pero entonces ¿Qué es todo esto? ¿Dónde está la gente que ha venido a parar acá?

—Esa es la parte mala de toda esta historia y es que, Infernalvania no es solo este sitio. Veras, junto con mi parte mala se cultivó una buena por tu causa. Cuando hice el contrato con aquel duque así mismo sucedió. Infernalvania no solo sería mi maldad, sino también lo que lograste salvar de mí, pero ante esto existe otra cuestión, y es que así como somos buenos en este espacio, en la otra mitad del lugar existen nuestros alter ego, perfectamente compatibles con mi cruel y demente causa. Tenemos dobles, querida, y créeme, lo último que querrás es ser arrastrada hacia ese lado por uno de ellos, cuesta mucho salir de ahí, incluso para mí, que soy mitad dueño de estas tierras.

—Espera, estoy muy confundida, quieres decir ¿Qué existe otra yo? —era demasiada información de sopetón, comenzaba a agitarme.

—Sí, todos los que estamos aquí, estamos allá, pero en una versión no muy agradable, y en cualquier momento podemos ser arrastrados ya que, para eso se creó este sitio, para alimentar la perversión y tristemente, nosotros somos invasores.

Infernalvania: La Morada Del CondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora