Capítulo 2: Los golpes de la vida

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Después de esa vergonzosa escena, Lily y yo fuimos a darle un paseo al pequeño. Si, pequeño. Resulta que el perrito es macho, aún no tiene nombre, pero conociendo a mi amiga seguramente pronto tendrá uno. Sobre su cuello posaba un pequeño collar rojo, y de este una correa del mismo tono, para evitar que escapara.

El cielo estaba un poco nublado e incluso podía sentir un poco de frío, pero no me incomodaba. De hecho era relajante sentir de vez en cuando el aire en mi cara.

—Hey Andy—puse mi atención sobre mi amiga— ¿quieres comprar un helado?

Asentí, tenía la garganta muy seca como para hablar ahora mismo.

Mientras nos tomábamos nuestro tiempo para llegar a la heladería no me paso de largo ver a todas las familias que se sentaban en el pasto comiendo o sólo riendo, también una que otra persona corriendo alrededor del parque. Me sentí feliz por ellos, pero muy en el fondo sentí una extraña sensación de vacío. Como si algo me hiciera falta, tal vez amor, cariño...No estoy diciendo que Lily no me tenga cariño y me quiera mucho pero yo necesito experimentar el amor de un padre, el amor de una madre, incluso el amor de un hermano. Tengo la necesidad de experimentar ese tipo de amor.

Detuve mi paso al ver que el cachorro comenzaba a llorar. Rápidamente lo tome en brazos, le quite la correa y lo miré a los ojos tratando de ver que le ocurría, pero empezó a llorar más fuerte así que lo deje en el piso y corrió.

Oh no...

Lily y yo empezamos a correr detrás del cachorro, pero él era más rápido. No creo lograr alcanzarlo.

Fui consciente de como Lily dejaba caer los helados para correr aún más rápido.

Cuando empecé a sentir mis piernas dormidas, el cachorro se detuvo y comenzó a ¿orinar?

Bien, tal vez fue un poco estúpido no pensar en que el perrito también tenía sus necesidades.

Esperamos a que el cachorro terminara de orinar y Lily lo sujeto muy fuerte contra su pecho. Pobre, de seguro pensó que se escaparía.

Tomé la correa que aún tenía en mis manos y la coloque sobre el cuello del pequeño. Esta vez no se escapara.

Lily no me ha dicho nada, espero que no esté enojada. En serio no fue mi intención quitarle la correa.

—¿E-estás enojada?— pregunté con un poco de miedo, sé que no va a decir nada, de seguro ya nunca me hablará, ya no me va a querer y ...

—Claro que no Andy, sé que no fue tu intención—dijo aún triste, pero se escuchaba sincera—Eso sí, si le vuelves a quitar la correa te golpeare.

Volteé a ver su rostro para ver si estaba bromeando pero, no tenía la cara de estar bromeando. ¿Lily sería capaz de golpearme? No puede ser, estudia karate, acabaría conmigo en dos segundos. Más me vale no volver a quitarle la correa a ese perro.

Entonces estalló en carcajadas.

—¡Debiste ver tu cara!—pronunció entre risas—¡estás pálida! — señaló mi rostro mientras su risa aumentaba.

—¡Hey!—exclamé aún asustada—eso no fue gracioso—dije bajando la voz.

***

—...y uno de limón­—terminó la frase mientras su cara aún estaba pegada al cristal del refrigerador.

—Aquí tienes niña—dijo mientras acomodaba la bola de helado sobre el cono.

—¡Gracias señor! —gritó Lily despegando su cara del refrigerador para tomar los dos helados.

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