Limosna.

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Les presento a los realistas, analíticos, metódicos, observadores, sinceros, objetivos, directos, minuciosos, concretos, sensatos, lógicos, en ocasiones sarcásticos, crueles como la verdad misma, y fríos como la piel que se moja por la lluvia, en resumen, sin sueños demasiado fantásticos.
Un digno representante de estos es "gato"; no se confundan, no me refiero a un gato de cuatro patas, habló de un ser dueño de todas las características anteriores , (y otras varias) que habitualmente, no se interesaría por ningún otro que deambulé en su alrededor pero como ya mencione, gato es un "realista" y como un ser consciente de su entorno se da cuenta de que la verdad es que, nadie se dignó a mirar a aquel vagabundo que estiró su mano para conseguir unas cuantas monedas sobrantes que le estorbasen, monedas para una nueva jeringa, jeringa que resulta indispensable en su siguiente dosis de heroína, dosis que si no consume en las siguientes horas podría hacerle imaginar que se sufre convulsiones por abstinencia, ó algo parecido, es por eso que "gato" se detiene, hurga en su bolsillo encuentra algo de cambio, acerca su mano cargada de morraya al vago, y sin imaginarlo este le arrebatara las sonoras moneditas con una rapidez insólita, "gato" se aleja a toda prisa y revisa los rasguños en su delgada mano que pudieran infectarse con la mugre de las uñas del indigente, luego sigue su camino, mientras piensa, -¿por qué demonios les permiten vivir en la calle, en plena vía publica?¿por qué no construye el "gobierno" un centro de rehabilitación gratuito para estos enfermos?- un instante después, recuerda una plaza comercial que se acaba de inaugurar en una zona "alta" de la ciudad, se sonríe y se da cuenta de que pudo no haber sido lo mejor ayudar al limosnero drogadicto, pero tal vez esa dosis pendiente le ayude a soportar otro día de miseria o quizás, por fin termine con su precaria existencia, no lo sabe, y probablemente no lo sepa nunca, pero no deja que eso le mordisqueé el cerebro ni un minuto completo y en su lugar se apresura a tomar el bus que parte sin el.

Y por aquí tenemos a los idealistas, en principio, soñadores sin remedio, apasionados, de corazón curiosos, visionarios, ambiciosos en cierto modo, compasivos, sensibles, perceptivos, optimistas, liberales, un tanto desbocados, irritantes con frecuencia,( pues algunos de sus espécimenes brillan como una tintineante lucesita en medio de la noche posterior a una jornada de desvelos). Sin embargo tienen la cualidad de ser muy aferrados a sus principios o ideales, probablemente se deba a su sentimentalismo que invariablemente los orilla a imaginar lo que hay más halla del más lejano de los horizontes, de los cielos más profundos, de las palabras más dulces, y de los trasfondos, pues los curiosos siempre miran lo que hay delante y a espaldas de lo que buscan.
Claudíus, no era tan diferente a ellos, puesto que desde siempre sintió una necesidad de ayudar a su prójimo, una necesidad que frecuentemente aplastaba sus deseos de conservar los "domingos" del mes en su chanchito de porcelana barata, ya fuese por que el perro abandonado de la casa de enfrente no apartaba la vista del puesto de pollo fresco de la vecina, ó como se le hizo costumbre al pasar los años, si el salario le alcanzaba para unas latas de atún conservado en aceite y dos paquetes de galletas saladas, las compartía muy felizmente con Anjolí, (la más de las desafortunadas, bohemias y alcohólicas almas de su edificio) en eternas veladas a la luz del televisor, que aveces le dibujaba amorfas figuras al rostro de Anjoli, aquellas noches no terminaban, se pausaban al llegar la mañana y continuaban cuando se abrían las latas de atún. De lo único que se podía hablar en aquellas veladas era sobre el dolor que aún vivía en las memorias y que se guardaba en las botellas vacías de aquella prostituta lisiada que ya no visitaba las calles, Anjolí ya tenía una edad avanzada, pero aún así opacaba al joven Claudíus con sus salvajes relatos.
Pero como todo, un día el relato tuvo un fin, no fue por que se quedara sin recuerdos, tampoco fue la infectada herida en lo que quedaba de su pierna, simplemente se canso de hablar y decidió ya no hacerlo nunca, mientras le daba el último mordisco a su galleta salada, con atún.

"Los del 42.B"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora