'SOBRE LAS NUBES'

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  Mi nombre es Booker Dewitt y me acostumbré a seguir
adelante pese a las horribles circunstancias.
Sumido en el malvivir, mi dignidad tocó fin,
y mi única virtud era mi arrogancia.
Tengo una deuda pendiente y la voy a pagar.
Por no ser un ente consecuente me toca volar,
hasta las nubes que en el cielo están espesas.
Columbia es el lugar y Elizabeth quién yace presa.
La traeré devuelta, más resulta complicado,
me tienen tachado como al falso pastor
señalado con dos letras en la mano, pero ignoro su significado.
Tal vez lo olvidé porque rechazo mi pasado.
Fui soldado, quise huir de mis pecados y empezar de cero,
pero dudo que el perdón pueda ser tan sincero.
Así que bueno, sobrevivo, aunque todos me griten ''¡Monstruo!''
por las oraciones de su vil profeta Commstock.
Los dos hermanos Luttece son misteriosos,
y los veo en cada parte sin entender el por qué.
Solo sé que la chica que busco tiene un poder,
que rompe barreras que nadie en el mundo puede ver.
No derramo lágrimas, busco pasar página,
y ataco sin compasión a los malditos Handyman,
busco su Hándicap, es su corazón.
Así que apunto con la carabina y directo a la acción.
Viajando entre los raíles que surcan el amplio cielo.
Comienzo a formar parte del duelo cuando toco el suelo.
No me rozan ni un pelo, entro a quemarropa,
y reviento enseguida a éstos motorizados patriotas.
Lady Comstock es el nombre de ése zepelin.
Daisy Fitzroy busca rebelión con los Vox Pópuli,
para derrocar a los tiranos Fundadores.
Esos fascistas arderán, vendrán tiempos mejores.
Necesito Vigorizadores de manos de Fink.
Mi poder será su fin si invoco mis Cuervos Asesinos.
Se besarán con el diablo y les veré morir,
si mi Caballo Salvaje aguarda su destino.
Huyendo del Songbird, protector de metal con alas,
quiere que ella vuelva a estar reclusa en esa sala,
pero tengo un cometido que es necesario cumplir.
¡Ven conmigo y te prometo que al fin veremos París!
Sé que el éxito es factible, no es inalcanzable,
lo que no sé es si eso es una constante o una variable.
A veces pequeños detalles lo dirigen todo a pique,
como echar en falta la punta del meñique.
Siempre hay un faro, una ciudad,
siempre hay un genio y un guardián.
Detrás de cada puerta hay una realidad.
Puedo caer, ganar, perecer en esta ciudad bendita.
Lo cierto es que las posibilidades son infinitas.  

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