TIEMPOS MEJORES.

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Nada más placentero, que beber la sangre fresca.

Era de noche, y la oscuridad se veía opacada por las luces de la ciudad. La ciudad no dormía como antaño. Cientos de jóvenes y no tanto llevaban una vida desenfrenada en plena oscuridad. La noche ya no era patrimonio exclusivo de sus criaturas; la modernidad y con su tecnología y amor al dinero habían acabado con ello.

Lando iba de un lugar a otro en medio del poco anonimato que dejaba aun esta ciudad, en busca de un lugar oscuro donde echar un trago. Poco importaba si eran rubias o morenas. Con los tintes, ya no sabías quien era quien, ¡y que decir de los sexos a la hora de escoger! Perlman tenía razón, ya las costumbres están trastocadas.

El viejo Luciano se preguntaba si en Marte habría esta misma depravación de costumbres o seria aun peor. Al menos se decía, El Sol no brilla con la misma intensidad allá. Lando, estaba apostado en una esquina bajo un farol apagado y admitió que los tiempos de antes eran mejores. De repente, vio salir de un bar a dos chicas y decidió que eran perfectas, una rubia y una linda trigueña, las cuales, daban tumbos por las calles. Al menos habría alcohol, pensó Lando.

Las siguió por un buen trecho, hasta que la rubia abandono a la trigueña. Esa sería, la que probaría la dulzura de su mordida. Cuando por fin la alcanzó, la hizo girar hacia él y con buenas maneras le dijo:

-Disculpe madame por lo que voy a hacer, no es nada personal, es mi simple naturaleza.

La chica, más que aterrorizada y en estado inconveniente en que se encontraba, le espeto de manera no muy elegante y con lo más florido de su repertorio, una serie de palabras con tal de se alejara, lo que Lando no iba a hacer. Forcejearon un momento, pero dado el estado de ella y la fuerza de él, fue fácil someterla y antes de hundir sus colmillos en la suave piel de su víctima, percibio entre el olor etílico que despedían los poros de su piel, el suave perfume de la joven. Y procedió a beber el néctar de tan bella dama.

No muy bien, no había terminado, cuando dos personas le gritaron desde la oscuridad:

-¡Denos todo el dinero viejo! Lando, sorprendido, y enojado la vez no pudo más que mostrar sus fauces llenas de sangre mientras dejaba caer a su víctima. Por toda respuesta, recibió una andanada de balas, las cuales, poca mella harían en él. Pero en su huida, uno de los ladrones alcanzo a darle al poste de madera y las astillas salieron volando hacia el rostro de Lando.

En un bar, Perlman y Luciano le dijeron que lo que le paso a su rostro al menos no era tan grave.

-Ya vez lo que le paso a Rob-, dijo Luciano, -

A él lo mataron en su ataúd de día-. Entraron a robar a su casa porque pensaron que de día, siempre estaba sola, cuando uno de los ladrones se percato que Rob estaba en casa y en el ataúd, decidió probar eso de la estaca, rompió una silla y con una pata, hizo una estaca y se la clavó en el corazón. Hasta ahí llegaron los días de Rob.

Los tres, Perlman, Luciano y Lando, reflexionaron y estuvieron de acuerdo, que los tiempos de antes, eran mejores. Aquellos en que esta raza humana, tecnificada y abrumada de información, temía a la leyenda y a la superstición.


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