Los días de lluvia marcan diversas emociones en los seres humanos. Algunos sienten que el agua cayendo del cielo se lleva sus preocupaciones y para otras personas significa sentirse nostálgico y triste. No puedo evitar pensar en que se convertirá mi vida si sigo en esta completa soledad, muchas veces me encuentro a mi misma preguntándome como sería todo si tuviera a alguien con quien compartir mis angustias, mis pesares, mis momentos de dicha y felicidad, mis lágrimas, mis risas, mi corazón.
Dejé a un lado mi libreta donde escribo poesía dedicada a nadie en particular, pero que quisiera ser mostrada a todos, y mi café bien cargado con 2 cucharadas de azúcar. Me dediqué a observar la lluvia a través del enorme ventanal de mi solitario departamento. Llevé el borrador de mi lápiz a mis labios resecos.
No pude evitar pensar en que mis labios permanecerán resecos en busca del contacto con otros labios más suaves que los mios.
Mi piel ya no tendrá aquel colágeno que la hace lucir tersa y suave, pero nadie pasara horas explorándola con unas grandes manos áspera llenas de cayos.
Mis ojos perderán ese brillo que los caracteriza, ese brillo que refleja un alma que anhela el dulce rose de otra alma.
En cambio, llegué a la conclusión de que mi destino es pasar lo que me reste de vida sentada en mi sofá, frente al enorme ventanal observando la incipiente lluvia caer mientras las interminables lágrimas resbalan por mis rosadas mejillas.
