Maria 1/2 ¿Pero que me pasa?

190 7 0
                                    

Entro en casa gritando y canturreando. Me quito los zapatos y corro a mi cuarto, lanzando la mochila por el aire para que aterrice en mi cama. Me tiro tras ella y saco ese papelito de "Felices 15!" con la letra de Alex. Buah, es tan perfecto.....Justo en ese momento recibo un whatsapp que hace que mejore aún más el día. Es de él. Como regalo de cumpleaños nos va a llevar a mí y a Helena, mi mejor amiga, a Madrid a un concierto de metálica. Creo que le gusta Helena pero, esperemos que no, porque estoy empezando a romper mi ley de no volver a enamorarme jamás, que ya me lleve la hostia de mi vida y no me quede precisamente con ganas de más.
AL DÍA SIGUIENTE...
¡¡Por fin viernes!! Se me ha pasado la semana muy lenta, pero por fin estoy aquí, en el tren con ellos dos y mi gran maleta negra. Pasamos el trayecto entre risas y bromas, y llegamos por la tarde a Madrid. Nos instalamos en el hotel y quedamos a las 10 de la noche en el vestíbulo. Alex se va a dar un paseo, pero Helena y yo comenzamos a prepararnos para el concierto, entre otras cosas porque me tengo que lavar el pelo y tardo muchísimo, ya que el tinte rosa se me destiñe y me lo tengo que volver a aplicar. De todas formas, hoy no me pasaré la plancha porque, aparte de que no creo que me de tiempo, me apetece llevarlo con mis rizos naturales. Me pongo unos vaqueros, mis vans rosas, una camiseta de Nirvana de mangas cortas y un jersey blanco. Cuando estamos listas bajamos al vestíbulo donde tenemos que esperar a que Alex baje. Y somos las chicas las que tenemos fama de hacernos esperar....
Llegamos al concierto. Esto es alucinante. Le grito las gracias a Alex y me pongo a bailar. El concierto en teoría finaliza a las 6 de la mañana así que me espera una larga noche por delante. Dan las 3, y yo sigo bailando, gritando y cantando como una loca. Helena nunca ha sido una gran fan del heavy metal y no se sabe muchas de las canciones, pero yo y Alex nos las sabemos todas. A eso de las cuatro comienza mi canción preferida y Alex grita que el también adora ese tema y me choca el puño. Me siento especial, como si de verdad mereciese la pena ser yo misma... pero ese sentimiento dura poco, porque con la efusividad del estribillo él le planta un beso en los labios a Helena. Dejo de oír la música y no veo nada más que ese puto beso. Me obligo a apartar la mirada y grito que voy al baño, que no se muevan de sitio. No sé si me habrán escuchado, pero me abro paso entre la gente a empujones. Una lágrima cae. No hago nada por detenerla. Cae mejilla abajo seguida de otras más. Empiezo a correr en dirección al baño pero, cuando por fin estoy saliendo de la multitud, me doy un fuerte golpe con alguien y caemos los dos al suelo. Me seco las lágrimas como puedo, inútilmente porque nuevas embadurnan mi cara, y le pido perdón. Lo que veo me deja de piedra. ¿Kajal? Se pone de pie y le doy un abrazo mientras lloro. Es todo cuanto había deseado la niña que era hace tres años. Me doy cuenta de lo patética que soy y me separo de él. Me seca las lagrimas con las yemas de sus perfectos dedos y me pregunta que me pasa. Sollozo y él me abraza. Salimos afuera y nos sentamos en la acera, con el viento de Madrid azotándonos el rostro. Se me habrá corrido el rímel. Debo estar horrible. Le miro a los ojos, esos verdes de mi primer amor, el más profundo que he sentido por alguien nunca. La luz de las farolas ilumina su cara. Le explico lo del beso de Helena y Alex mientras suspiro profundamente tratando de no lanzarme a sus brazos y seguir llorando. Estoy muy borracha. Puta barra libre del concierto. Le digo que no pienso volver a entrar en el concierto pero que no quiero ir al hotel, que no me quiero cruzar con Helena en más de un par de horas. Me propone ir a su casa y acepto, porque sé que él jamás le haría daño a ninguna suscriptora.

50 Sombras De KajalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora