III "El Cuervo Negro"

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Ellos lo hicieron todo mal.

Gobiérnales y muéstrales el camino.

Pero antes de ello deberás encontrarla.

A la que tiene el amor del pueblo.

Sálvala e instituye la ventura en mi pueblo.

Las órdenes fueron ésas. Las del creador que me dejó en este mundo.

Mi destino ya estaba decidido desde antes de mi nacimiento. Debía salvar a la diosa y gobernar al ingrato pueblo.

Qué patéticos.

Siempre dependiendo de la benevolencia del creador, siempre suplicando, siempre llorando. Prefieren morir como esclavos antes que romper con el ciclo de dependencia absurda que poseen. Siempre deben ser salvados y gracias a la bondad del creador fui creado para salvarlos.

Pero no podía hacerlo.

Mi deseo ¿No importaba acaso?

Dirigir a un pueblo esclavo que no era consciente de su propio potencial era una misión suicida.

Y por eso partí.

Conocí el mundo y su magnificencia. Durante siglos enteros me olvidé del destino y de que éste me perseguiría hasta el apocalipsis.

Y un día mientras surcaba el cielo me golpeó.

El canto de un ángel, la plegaria hermosa de una musa... la musa encerrada en una jaula de oro.

Su rostro reflejaba cansancio, tristeza y arrepentimiento.

Atraído a ella, como un sortilegio, crucé el espacio que nos separaba y me materialicé a su lado en mi forma humana. Ella me miró y me sonrió... y yo estuve perdido.

Canto de VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora