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Me arrastró fuera de la fiesta, no me negué. Corrimos como dos niños, llenos de risas, de emoción más que nada.

Nos adentramos al primer Salón que vimos, cerré la puerta con la pequeña trabilla. Guillermo se sentó en el escritorio, esperando lo que era inevitable.

Lo besé con desesperación, amor, necesidad. Necesitaba hacerlo mio.

¿Las ropas? En algún lugar del salón.

Lo hicimos, claro que lo hicimos. Sus gemidos, sus uñas clavadas en mientras lo penetraba. Son experiencias que nunca voy a olvidar.

Se repetiría tantas veces, como estrellas en el cielo.
Perdería la cuenta y volvería a empezar.

MoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora