Parte 5

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Lorena se despertó sin pesadillas, sin dolor de cabeza, sin lágrimas retenidas y contenta, como hacía tanto que no despertaba. Se desperezó, estiró su cuerpo y suspiró sonriente. Se sentía con ganas de vivir el día, de enfrentar la vida y arremeter con todo lo que se le oponga en su camino. Tomó el bolso con sus pocas prendas y subió al auto. Puso música, esta vez fue la radio, no las melodías martirizantes de su lista de reproducción, y arrancó rumbo a la casa de su madre. El viaje no era corto, tampoco insoportablemente largo. Tuvo tiempo de pensar, en todos y cada uno de sus problemas, solucionables o no. Por supuesto por su mente pasó Adrian y su mirada clara, pícara e inquieta, también sus besos pasaron por su mente y todo lo que provocaban en ella. El tiempo pasaba sin darse cuenta entre canciones y pensamientos. Hasta ganas de cantar a viva voz tenía y no las estaba reprimiendo.

El ruido de teléfono le quitó la inspiración del canto en el primer tono de su canción preferida. Y la voz de Adrian inundó el cubículo del auto, en el altavoz una vez la escuchó saludar.

-Hola niña bonita de pelo raro y mirada triste. – Sonrió tontamente ante el sonido de esa voz que había querido volver a escuchar.

-¿Esa soy yo?

-Creo que sí, esa sos vos. Pero por poco tiempo. Después solo vas a ser mi niña bonita de pelo raro. –Ella sonrió otra vez ante sus palabras y la seguridad con la que las pronunciaba. Adrian espero con paciencia su reacción.

-"Tu" niña bonita. –Repitió haciendo énfasis en la primer palabra, ¿desde cuándo ella era de su propiedad y porque no le molestaba que él lo crea?

-Solo mía. –Adrian esperó, por unos segundos, algún tipo de negativa o enojo y lo único que pudo escuchar fue un sonido que le aseguraba una sonrisa de esa boca que tantas ganas tenía de volver a besar. Suspiró aliviado y también sonrió. – ¿Ya estás en viaje?

-A mitad de camino.

-Entonces te sirve mi compañía telefónica.

-Puedo soportarla.

-Eso estuvo mal. – Ambos rieron por la broma, pero la carcajada de Lorena no pasó desapercibida en Adrian. –Eso también estuvo mal.

-¿Qué cosa? – Lorena sentía miles de estúpidas mariposas en su estómago, ese cliché que tantas veces había escuchado y tal vez había sentido de adolescente, pero eso sentía, junto con unas inmensas ganas de reír mucho y fuerte, hasta que las lágrimas salten solas y mojen sus mejillas. Esta vez serían lágrimas de alegría, para variar. Por fin sentía felicidad, esa que se había dormido sin avisar cuando volvería a despertar, sumiéndola en una melancolía que, aparentemente, todos notaban.

-Estuvo mal que te rías y yo no pueda verte hacerlo. Tu cara debe ser preciosa cuando reis. El sonido al menos es hermoso. –Adrian lo decía muy sinceramente, quería ver esa risa, esos ojos tristes brillando otra vez, y en lo posible, que nunca vuelvan a perder el brillo. No podía descubrir que tenía esa mujer que lo atraía tanto y necesitaba hacerla feliz de alguna manera. Un nuevo y corto silencio invadió la comunicación.

-¿Vos qué hacías?

-Desayuno en el balcón de mi departamento y te pienso, te recuerdo.

-Yo también te pensé.

-Interesante. ¿Qué pensaste, puedo saber?

-Claro. – Sonrió fuerte, sin incomodidad. – Que tenés los ojos más lindos que alguna vez ví y que me dan mucha confianza.

-Eso también es interesante. ¿Esa confianza alcanza para que me cuentes que te tiene tan triste?

Esa confianza alcanzaba y sobraba para Lorena, que pudo contarle todo lo que había vivido. No estaba demás decir que no había sentido ganas de llorar al contarlo, obvio que el enojo y el dolor de saberse engañada por quien decía quererla estaba presente aun, la nueva presencia de Adrian en su vida era buena, muy buena...pero no mágica. En algún momento incluso, una sonrisa nerviosa acompaño sus palabras y muchas respiraciones profundas que dejaban ir la angustia de a poco, emparchando su corazón herido.

Adrian había comentado poca cosa, a su manera, sin insistir ni entrometerse demasiado, primero, porque no era su vida y después, porque no conocía profundamente a Lorena como para saber si ella soportaría sus palabras, entonces, sabiamente, solo la había escuchado y aconsejado que siga adelante. Lorena pensó que no era el único que le daba ese consejo, pero sí era el único que había logrado que ella lo lleve a cabo, el que había puesto una semillita para hacerla avanzar. Ahora ella era capaz de ser especial para alguien, no para todos obviamente, pero para alguien sí. En este caso lo era para Adrian y él lo era para ella.


Una florcita más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora