Capitulo 2: Ancla

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"Me encontrarás,
Y me encontrarás
En lugares en los que nunca hemos estado
Por razones que no comprendemos
Caminando en el viento
Caminando en el viento

Sé que seré tu ancla 
Solo cierra los ojos y podrás ver
Que yo estaré siempre a tu lado
Cuando me necesites".
-Walking in the wind. One direction

El lago reflejaba la paz, que pocos en ese momento tenían, las nubes, la niebla, era uno de los buenos días en la cuidad. No, no bueno, solo un poco mejor, un bello día, algo con lo cual distraerse.
Pero un día mas de la rutina, un día mas en el que debíamos salir, un día repugnante.
Siempre había sentido asco por aquellos que al parecer, carecían de la capacidad de pensar y librarse de las garras de la multitud. Todos eran iguales, una maldita copia del otro, todos se vestían igual, todos hablaban igual, escuchaban lo mismo, pensaban lo que el resto quería que pensaran. Y todos estaban ahí, a mi alrededor, como un buitre esperando la muerte se su futura presa.

Y luego estaba él, solo frente al lago, con sus buzos descolorido y sus jeans rotos. Su ropa y su cabello contrastaban en el griseacio cielo. Aun no estoy segura, si fue la soledad, o un simple impulso el que me llevo a acercarme a la única persona que parecía estar fuera de esa podrida comunidad.
Y lo agradezco, aunque fuera extraño, no porque el fuera un desconocido, todo lo contrario, a su lado una extraña calma me invadía, su sola presencia me llenaba, me hacia sentir segura, como si, después de mucho tiempo volviera a mi hogar, a el único lugar en el que podía ser yo misma.

-Desearía que mi alma, tuviera la calma de este lago, y no la agitación que adquiere cuando lo perturban. -dijo al notar mi presencia, y lanzo una piedra al agua.

Olvidar aquellas palabras, y el tono en el que lo dijo, es algo imposible. Sonaba cansado, con la voz quebrada, me miro como pidiendo ayuda por un segundo, un segundo que fue suficiente, para querer atarlo a mi.
Al principio no comprendí el porque lo decía, llevaba años, en la misma escuela, las mismas personas, pero este chico era totalmente desconocido, a pesar de mi gran habilidad para observar. Sin embargo, algo en el me era conocido, como un viejo amigo con el que me reencontraba, o el reflejo de alguna parte de mi en un espejo.

-Perdona, seguro pensaras que soy un fenómeno.
-Si es es el caso, bienvenido al grupo de los marginados.- sin razón alguna le sonreí, no quería que me viera como un bloque de hielo tal y como hacían todos.
-Soy James.
-Audrey.
-Algo me dice que debíamos conocernos, casualidad, ¿no cree señorita Hepburn?
-"No creo en la casualidad. Mi voluntad es el destino", señor Dean.
-John Milton, me sorprendes.

Cuando lo vi sonreír, juro que algo dentro de mi se hizo añicos, no me dolió del todo, pues su sonrisa era sincera, pero reflejaba algo mas, era una sonrisa triste. Siempre que James sonreía, sentía que caminaba sobre vidrios, intentando alcanzar algo que deseaba.
Ese era su papel en mi vida, era aquel sueño, esa razón que tanto habías esperado, para seguir adelante sin importar el dolor. Así fue durante casi todo el tiempo que estuvo al lado de esto, que llaman Audrey.

Luego cambiamos al lago, por un árbol en un viejo parque de la cuidad. Bajo las hojas y con el pasar de los días, no solo aumento la confianza de unos en el otro, ni ese vinculo tan especial que teníamos. Las miradas y los comentarios se hacían cada vez mas frecuentes, y siempre con ese maldito rencor. Intentábamos alejarnos de ellos, pero eran como una plaga persiguiendo lo poco que quedaba por infectar, todo estaba controlado, o eso creía, sabia que lo insultaban por ser tímido, callado, y diferente, pero no fue esta el día, en el que llego a aquel árbol, con la nariz rota, varios rasguños en el rostro, y los restos de lo que habían sido sus libros y mochila.

Cuando le pregunte que había ocurrido, la poca calma en su ser le dio paso al dolor y la desesperación que tanto ansiaba liberar. No pudo responder, solo lloro, grito, y golpeo el árbol con ramas que le iba pasando. Sus manos quedaron destruidas, sangraban, mientras el solo lloraba. No supe que hacer, solo pude sentarme a su lado, y callar como solía hacerlo.

-Diez contra uno, no es para nada justo, ¿no crees? Mi rostro es lo que menos importa, siempre ha sido un desastre y el dolor físico, bueno, algo a lo que estoy acostumbrado. Pero todas mis cosas, mis libros, mis discos, no tenían porque destrozarlos también.
Hoy descubrí, que ha nadie le importa la muerte de este marica, dos profesores lo presenciaron todo... solo observaron.
Al menos se que lo salve, lo ayude a escapar, no lograron hacerle nada. No me habría perdona que el terminara igual que yo.

Tenia la sospecha de que James era gay, algunas veces, era algo obvio por su forma de actuar, o su obsesión con Sebastian Bach, pero sobre todo por algunas notas que le había logrado quitar, varias con la misma palabra, "marica". A pesar de sospechar esto, y mi esfuerzo sobrehumano por no enamorarme de el, falle.

-Nadie notara mi ausencia. Creo que lo mejor para ti, es que te alejes, no quiero involucrarte en esto también.
-No me iré nunca, se que no confiaras en estas palabras, yo tampoco lo haría. Pero no puedo, ni quiero dejarte.
-No lo harás?
-Nunca.- Ambos rompimos en llanto.

Hojas De OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora