Capitulo 2.2

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Al terminar el pato he acabado con mi historia, y la noche ha caído sobre el lago. Elena ha escuchado mi historia sin opinar, y trocea en silencio el postre, la vista perdida en la oscuridad del agua.

- Christian, esto tenía que pasar, antes o después. Ya no eres el niño que buscaba pelea en el colegio para justificar su necesidad de expresarse a golpes... -su cucharita dibuja círculos con el sirope que decora el pastel.– No te niegues la oportunidad de intentar perseguir tus instintos. Nunca lo has hecho. Y hasta ahora, te ha ido francamente bien.

- No sé nada de ella, Elena.

- Estoy segura de que Welch y Hendersson se han ocupado de eso por ti.

- No me refiero a eso. Tendrías que haberla visto, diminuta, en ese disfraz de monja frustrada... Estoy seguro de que la única fusta que ha conocido en su vida es la de Alec D'Urberville.

- ¿De quién? – Pregunta, confundida.

- Un personaje de una novela, es igual.

- No he conocido a muchas mujeres capaces de resistirse a sus encantos, señor Grey.

Como para corroborar sus palabras una camarera se acerca y deposita torpemente la cuenta sobre la mesa, musitando una disculpa.

- ¿Lo ves? Todas tiemblan por ti. Deberías acercarte a esa joven.

- Flynn me ha dicho lo mismo.

- ¿Entonces? ¿Qué te frena?

- Estoy desconcertado Elena, éste es un Christian al que no conozco.

- Es un Christian radiante, sea como sea –me sonríe vencida mientras se levanta-. Debo irme, es tarde.

Pago la cuenta y acompaño a la señora Robinson a su coche.

- Gracias por la velada Elena. Ha sido un placer.

- Gracias a ti, querido. – Elena se despide con un elegante gesto de muñeca, haciendo tintinear las llaves que le ha dado el aparcacoches.

Él está en la cocina, grita. Dice que soy sucio. Tengo miedo, mucho miedo. Mami también está sucia, está manchada. Como yo. Él se va. Cierra la puerta tan fuerte que me asusta. ¿Tú también tienes miedo, mami? Mami. ¡Mami! Lloro para que mami me haga caso, pero no me oye. Está dormida y en la casa no se oye nada. Está tumbada en el suelo y me acerco a su cara. Se la tapa el pelo, y se lo aparto. Entonces dos ojos azules enormes me miran. Pero mami tiene los ojos grises, como yo.

Me despierto en medio de un charco de sudor, con el corazón latiéndome a mil por hora, luchando por salir de mi pecho. Me froto la cara intentando apartar el terrible sueño que acabo de tener. Eran los ojos de Anastasia en la cara de mi madre, de mi madre muerta. Era Anastasia muerta.

Todavía es de noche pero no quiero dormir más, no puedo soportarlo. Me pongo la ropa del gimnasio y me someto a una hora de ejercicios para tratar de alejar los fantasmas. ¿Cómo voy a enfrentarme a esto? En la ducha, el agua resuena contra las paredes del baño de mármol confundiéndose con el eco de mi llanto infantil. Dios mío, no puedo salir de esta pesadilla.

- Buenos días Taylor.

- Señor Grey.

- Vamos a la Oficina para los Derechos Civiles, tengo una reunión.

- De acuerdo, señor Grey.

En el coche reviso el dossier que me ha enviado Sam. El referéndum del mes de enero tuvo como resultado un apabullante apoyo a la independencia de Sudán del Sur, y no está claro cómo puede afectar eso a nuestros planes para apoyar a la población civil de Darfur. Las sequías de principios de los 2000 empujaron a los pueblos nómadas del norte a buscar pastos frescos más al sur, y las tensiones siguen aumentando, en medio del caos de una guerra civil no resuelta. Los dos buques que enviamos hace un mes siguen fondeados en el Mar Rojo a la espera de obtener los permisos para atracar en el puerto de Sudán y hacer que llegue a los campos de refugiados. El resto, los proyectos para implantar la tecnología que hemos desarrollado para potenciar la agricultura, están totalmente parados. Pero lo primero es lo primero: tenemos que hacer que la comida llegue a los campos antes de que más niños inocentes mueran.

BAJO LA PIEL DE GREYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora