Capítulo 37

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Stefan's POV

Stefan's POV

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Un adolescente. Eso es lo que parezco en este preciso instante pero es que, no podía dejar de pensar en su sonrisa.

Recostado sobre mi cama, viendo el techo con absoluta concentración mientras mi mente se encuentra recapitulando imágenes de Charlotte, mi preciosa muñeca. Esa noche espectacular, una noche llena de emociones y chispas. ¡Dios, fue la mejor decisión de mi vida!

— ¡Wells, debemos estar en el club ahora mismo! —dice Alek, entrando ruidosamente a mi habitación. Con un gruñido me levanto de la cama, buscando a tientas mi camiseta.

— ¿Qué hace Bestia aquí? —dice observando al animal recostado sobre el sillón.

Charlotte me matará cuando vea lo mal aprendido que se volvió su perro, pero no es mi culpa que sea el cachorro más adorable de la tierra.

— Se está quedando conmigo por unos días —me encojo de hombros, tomando las llaves de mi moto y saliendo del departamento.

Me gusta tenerla en mi lugar, me gusta ver con la familiaridad con la que se mueve por sitios donde jamás me sentí cómodo, me reconforta verla en mi cama con su largo y sedoso cabello negro por la almohada, me alegra ver sus cosas desordenadas por el baño y el cuarto. Me gusta la vida junto a ella.

Tenía pensado comprar un automóvil nuevo, pero ese tonto miedo me persigue y me lo recuerda cuando cada vez paso por una concesionaria de autos los vellos de mi piel se erizan y mi corazón comienza a latir fuertemente, provocando que mis puños se aprieten fuertemente.

— ¿Cómo que se está quedando contigo por unos días? Explícame eso —dice Alek, cambiando de voz amistosa, a una estas tratando con mi pequeña hermana, imbécil.

Resoplando, subo de un salto a mi moto, enciendo el motor y salgo rápidamente del estacionamiento. Suelto una carcajada cuando oigo de lejos el sonido de la moto de Alek y su voz gritando improperios contra mi persona. A los pocos minutos, en el semáforo, me alcanza el paso mi castaño amigo.

— No pienses que porque eres mi mejor amigo, no seré el hermano protector porque lo seré —grita sobre el sonido del tráfico.

Con una sonrisa divertida, acelero al ver el color verde y doblo peligrosamente rápido, tratando de alejarme el psicótico hermano protector que tengo por cuñado. Una sonrisa emocionada aparece en mi rostro al volver a pensar en esa palabra, cuñado. Hermano de mi hermosa mujer, quien tarde o temprano será mía realmente. ¡Que me jodan si no pienso ver un enorme anillo en su precioso dedo anular!

La sonrisa se me borra al escuchar otro grito del molesto Alek—. ¡No me ignores, maldita sea! —acelero un poco más pero como me niego a tener un accidente, vuelvo a la velocidad normal—. ¡Si me entero que mi hermana ya no es una niña inocente, te quitaré los huevos, los freiré y se los daré al tonto perro que tienen como hijo!

Con una mueca de asco y miedo, acelero hasta llegar al taller, bajo de un salto y camino a paso rápido hasta mi oficina en el club.

— ¡No hullas, cobarde! —grita Alek a mis espaldas.

Suelto una carcajada pero la diversión acaba cuando al entrar al despacho vemos a mi abuelo, sentado en su silla de rueda, detrás de mi escritorio.

El club Wells, fue creación de mi nono, el padre de mi abuelo, con el fin de dar lugar a hombres de la calle, para evitar que lleguen a recursos que puedan atar sus vidas a la muerte como ser el narcotráfico, la mafia en sí. El lugar es simplemente de hombres porque hogares de alojo para mujeres hay muchos, y se olvidan o ignoran que hay hombres que sufren de igual manera la situación.

El padre de mi abuelo, fue un gran hombre, honesto y cristiano; y éste club lo demuestra. Murió a sus cortos cincuenta años de edad, enfrentando a una banda de narcotraficantes por defender a uno de los suyos, dejando así, a mi abuelo como jefe del club quien se esforzó por mantener la buena imagen y honrar a su padre. Todo cambió cuando tuvo un accidente provocado por el hijo del mismo hombre que mató a su padre, dejando a mi abuelo inválido. Al estar mi abuelo inmóvil, delegó ciegamente todo a mi padre. Él tiró a la basura lo logrado por mis abuelos, convirtiendo el club en un motel, prostíbulo y lugar de intercambio de mercancía. Lo malo no duró mucho tiempo, cuando el nieto del asesino de mi bisabuelo, comenzó a perseguirlo, poniendo en peligro no sólo a los miembros del club, sino también a su familia. La cual, claro, poco le importaba.

Al morir mi padre, el club pasó a mis manos. Me tomó más de diez años lograr que el club vuelva a ser lo que era, un lugar honesto, familiar y confiable. Me tomó muchas peleas, reuniones peligrosas e intercambio de dinero para que al fin mi sueño y el de mi abuelo se volvieran realidad.

La rivalidad entre ambos clubes, siguió y sigue, de generación en generación. El bisnieto del hombre que mató a mi abuelo es el mismo que hoy en día, me trae problemas a mí.

— Abuelo, que agradable sorpresa ¿ocurre algo? —cuestiono tomando asiento en uno de los sillones frente al escritorio, mi amigo me imita.

— Le pedí a Joshual que me traiga para echar un vistazo al club, tranquilo —sonríe sin dejar de leer un papel en sus manos.

— Las cosas con la banda de nuestra tierra, van mejor de lo que me imaginé —informo jugando con mi teléfono. No puedo evitar que una sonrisa salga a relucir cuando veo mi fondo de pantalla con una linda imagen de Charlotte haciendo ojos bizcos con sus bellos ojos mieles.

— Eso es lo que veo —sonríe orgulloso y añade—. También veo una sonrisa en tu rostro.

Lo mando a callar con la mirada, justo cuando mi amigo me observa enojado.

— Abuelo ¿puedes encargarte de las cosas por hoy? Tengo que ir a ver a mi novia en una sesión —sonrío mientras me incorporo, pero me congelo en el lugar al ver que mi abuelo vuelve a su semblante serio.

— ¿Ocurre algo? —cuestiona mi amigo. Alek conoce tan bien a mi abuelo como yo lo hago.

— Sobre eso ¿si sabes que los españoles y nosotros, los italianos, tenemos una fiel rivalidad entre nosotros, no? —le cuestiona a mi rubio amigo.

Claro que sí, los que mataron a su padre, al mío y lo dejaron en silla de ruedas son españoles.

— Claro, por eso las reuniones en son de paz de Stefan —dice divertido, tratando de aligerar el ambiente pero mi abuelo está muy lejos de la diversión.

Algo ocurre y no creo que me guste mucho. Era demasiado bueno verlo en el club, solo porque quería pasarse por el lugar. Algo ocurre, algo malo.

— El nieto de Marco está rondando demasiado sobre los nuestros, hay que estar atentos, sobre todos con Charlotte —explica mi abuelo, poniéndome nervioso.

— ¿Marco, el que le...? —pregunta Alek, señalando la silla de ruedas. Mi abuelo asiente con la mirada perdida.

Respiro hondo tratando de contener mis nervios, la ira y el miedo. Ese hombre ha estado interfiriendo durando meses, estorbando y amenazando con su simple presencia.

— Matt Ferrant —digo con los dientes apretados.

El representante de Charlotte.


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Capítulo editado. 

Vamos uniendo los personajes para inminente final. 


Les saluda, Sunshine.


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