Estaba aquella persona en la esquina de la clase, la que sólo quería que se callara.
Luego estaba aquella otra, que quería que siguiera hablando porque su frase a medias me dejaba especulando si eso era todo lo que quería decir, si tan vaga era su opinión sobre algo tan sustancial.
Y no era satírica, pero también estaba yo, quien pensaba si en verdad las personas creían que un problema ajeno podía ser resuelto mediante esas con pequeñas palabras y no sólo justificaba sus actos. Esa mística vibra me parecía una nimia, absurda e ingenua contradicción a lo que ellos mismos creían.
También estaba esa otra persona, detrás de mí, la que sabía que si le decía lo que estaba pensando en ese momento me diría que estaba bien.
Pero también estaba lejos, por ahí, mi otra vieja amiga, la que me regañaría por lo que estaba pensando.
Eso era todo.
Había más personas, más maestros que se deslizaban enfrente de mí, pasando como una película que sólo quería acabarse, cuyos sucesos sólo tienen la finalidad de llevar al final.
No había nada más.
No había un él.
No ahí, por lo menos.
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Tempestad
Short Storyalgo de esto y algo de aquello puede que ya hayas pensado lo que está escrito aquí, y si no espero que lo hagas