Imaginar

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«Querido anónimo, debo decirte que me has causado curiosidad. O sea, no taanta así, no te creas, pero es que ahora que los exámenes de admisión para las universidades pasaron estoy medio ladillada... Bueno, sí, lo admito: jamás pensé que esto pudiera pasarme a mí. Ajá, yo sé que soy súper bella y no debería sorprenderme eso de ir rompiendo corazones por la vida, pero, ¿a quién no le emociona la perspectiva de tener un admirador secreto?

Lo único que no entiendo, anónimo de mi corazoncito, es por qué esperaste tanto para confesarme tu amor. No voy a negar que me moleste un poco el jueguito que pretendes tener conmigo, porque yo para estas vainas de mandarme papelitos con un conocido que, en realidad, no conozco, estoy muy grandecita. Me parece demasiado pollo, ¿sí? Además que, hablando en serio te pasaste de cursi con la otra notita.

¿Sabes qué? Olvídalo. Creo que eres un imbécil y que te podrías ir a la mierda.

Vale, me sulfuré. Es que no me puedes venir a decir que llevas cinco años enamorado de mí y se te ocurre la genial idea de venírmelo a decir tres meses antes de que nos graduemos. Pero, bueno, chico, vamos a darte la oportunidad. No quiero arruinar tus expectativas tan rápido, así que... Quizá podría contestarte alguna otra carta. Eso sí, cuando me aburra de esto, no esperes más de mí.

Y ya que estamos en eso, ¿puedes despedir a la morenita que me hizo llegar la carta anterior? Es una mensajera pésima, llegó y me tropezó en medio de mi camino a la cafetería. Así no se puede, ¿oíste? Esa vaina no suma puntos. Mejor busquemos otra forma de hacernos llegar los mensajes... O, al menos, dile a la carajita que se comporte, porque la próxima no se la paso, mi desayuno es sagrado.

Cariñitos,Clau».


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