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Corría. No pensaba llegar tarde.
No pensaba perdérmelo.
Una pelea, entre dos chicos.
Se estaban pegando, justo enfrente del campo de fútbol.

Mi nombre era Vanesa, Vanesa Aveyard, y tenía el pelo negro como la noche, casi liso, y ojos azules muy oscuros, con tonos morados.
Pero no se notaba.
Yo odiaba el color morado, el rosa y todas esas cursilerías que iban asociadas a esos colores.

Corría hacia ellos, y sin querer tropecé con una piedra.

No me hice nada y seguí.
Al menos mi vestido negro con algún que otro volante seguía intacto.

Al llegar, vi a los dos chicos.
Uno estaba de pie.
Muy guapo, tengo que decir.
Tenía el pelo azul, en un peinado punky, del que dos mechones le colgaban a los lados de sus ojos.
Su piel, era blanca, pero no de esas que asustaban.
Tenía unos penetrantes ojos ámbar, que era verlos y hundirse en ellos.
Llevaba una capa, algo corta de color morado violáceo, y una camiseta roja, que hacía que se le marcasen un poco esos pectorales suyos tan definidos.
En las manos llevaba brazaletes.
En la muñeca derecha, uno rojo, con pinchos del color del metal, y en la izquierda una de color blanco, muy sencilla.
Sus pantalones...
Debía tener mucho cuidado de que nadie se percatase de que se los estaba mirando.
Tenía un cinturón, de color negro, que le sujetaba esos pantalones del mismo color que su capa, que ojalá también marcasen otra cosa...
Sus zapatillas blancas era lo único que no me parecía excitante en él.
Demasiado sencillas.

Él tenía el puño manchado, con algo de sangre, y miraba furioso a su oponente, un chico de pelo azul claro, en el corte típico de lo que solía llamar yo
"pelo-casco".
Tenía la piel algo morena, y era más bajito que el otro.

Yo, había sido de las primeras en llegar, y ni por esas el chico de los ojos ámbar no me miraba.

El otro chico, el del suelo, también dirigía toda su furia al otro, con un asco mayor que el que le tenía yo a las zapatillas del otro.

Se miraban fijamente, hasta que el del pelo claro se levantó del suelo y se fue, aceptando su derrota.

La gente se fue dispersando, y sólo quedaba yo, y una chica de dos trenzas y ojos lilas, que no paraba de sacar fotos a absolutamente todo.

Ella, al cabo de un rato también se fue, y el otro chico, se quedó ahí quieto, quizás pensando en lo ocurrido.

No reparó en mí, en absoluto.
O único que llegué a deducir, es que me había vuelto loca por él.

Aviso de que esta historia va a ser muy caliente, y va a haber muchas escenas de mayores de 18 años.
No admito participaciones, lo siento, al menos no por ahora.
Si a alguien no le gustan este tipo de historias, que se largue, va a haber mucho sexo.

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