- Deidara -

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PARTE I

Aquella mañana había dormido tan bien que ni siquiera me golpeó tan duro la cruda realidad, aquella que ya vivía desde hace nueve años cuando prácticamente él me obligó a entrar a Akatsuki para prestar mis servicios de especialización terrorista con mi arte explosivo.

Me levanté de la cama y recordé con tristeza que Itachi partiría hoy con Kisame a la captura del Yonbi, así que un mohín de desagrado se atravesó por mi rostro eliminando todo el buen humor que llevaba.

Justo cuando acababa de abrir la puerta, alguien me agarró delicadamente del brazo remendado por Kakuzu después de que Kakashi Hatake, el ninja copia de Konoha me lo arrebatara con su maldito Sharingan.

—Deidara —susurró aquella voz que tanto me encantaba escuchar.

—Itachi, uhn —susurré emocionado mientras lo encerraba entre mis brazos — ¿aún no has partido a tu misión? —cuestioné mirando sus ojos azabaches, que reflejaban la tristeza implícita que llevaba por dentro.

—Le he dicho al líder que debo resolver un asunto importante y me concedió un permiso de una hora —me respondió comenzando a besar delicadamente mi cuello.

Lo miré a los ojos y ya no hubo necesidad de más palabras, nuestras miradas se conectaban de manera especial y supimos que no debíamos perder el tiempo hablando, la vida de un shinobi renegado era tan corta como los primeros aleteos de la mariposa al dejar de ser una crisálida, así que sin más, empezamos a acariciar la piel contraria como siempre lo hacíamos desde que dejé de odiarle y él me confesó sus sentimientos.

Sus manos me acariciaban desesperadamente por encima de la camiseta de pijama que llevaba, mientras yo desabrochaba la atadura de su capa con prisa, tenía un presentimiento extraño aquella mañana y me limité a apresurarme para empezar.

Ya desnudos, besaba con ternura mi piel que se estremecía con su contacto labial, acaricié su negro cabello y le solté la coleta baja que siempre llevaba, él subía por mi pecho y terminó besándome los labios mientras me preparaba como de costumbre, teníamos la necesidad imperiosa de empezar de inmediato, puesto que no nos habíamos visto en mucho tiempo debido al movimiento agitado de Akatsuki desde que Hidan y Kakuzu habían muerto, y necesitábamos desatar el anhelo de amarnos una vez más.

—Mhh, Deidara —jadeó Itachi encima de mí mientras yo me limitaba a rasguñar levemente su fornida espalda, entregándome completamente una vez más al hombre que amaba.

Entre gemidos ahogados por nuestros besos desesperados, entre aquellas palabras de amor que nos profesábamos mientras nos entregábamos mutuamente, entre las sábanas de mi cama, llegamos al clímax con la satisfacción plena de saber que pertenecemos el uno al otro a pesar de todos los percances que hemos pasado y el miedo constante de morir en una misión.

Sonrió y empezó a vestirse mientras me miraba a los ojos, sentía que...era como una despedida o algo parecido, no lo sabía, así que cuando se terminó de vestir, me acerqué a él para besarle con ternura los labios y aferrarme a él como si mi vida dependiese de ello; él por su parte también acariciaba mi piel aun desnuda y perlada debido al sudor por el acto de antes.

—Estaré bien al saber que tú estarás aquí o en cualquier parte esperándome con ansias, jamás perderemos nuestra conexión.

—También te amo Itachi, uhn — sabía que era malo para expresarse correctamente, pero en sus palabras, pude percibir que me dedicó un "te amo, Deidara" —quiero que regreses sano y salvo, te quiero a mi lado —comencé a sollozar por alguna desconocida razón escondiendo mi rostro en el cuello de mi amante, tratando de memorizar su peculiar fragancia a hierba fresca del bosque y poder atesorarlo durante su ausencia.

Sacrificio ; [イタデイ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora