En una de las transacciones conocí a un tipo y me ofreció ir a Cuba por dos años. Yo acepté encantado porque pensé que mi futuro se aseguraría. Lo malo es que lo haría, pero en la cárcel.
En un principio sufrí mucho porque era duro el trabajo y los jefes muy exigentes: sufría maltratos físicos y verbales, pero cada vez me hacía más fuerte. Luego de difíciles pruebas que tuve que pasar me ascendieron a jefe y éramos los traficantes más poderosos de Centroamérica.
Siempre pensé que si la policía me atrapaba, sería fatal para mí, porque este trabajo es uno de los más peligrosos, pero ya tenía demasiado poder y no iba a dejar que me lo arrebataran tan fácilmente. Siempre pensé qué diría Liliann de todo esto y qué le diría cuando volviera a verla en Chile. Eso me tiene muy preocupado, ya que en tan sólo dos meses estaré devuelta allá.