07; final.

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Caminaba con pasos inseguros por la acera, mis manos sudaban y tenía que secarlas constantemente en mi pantalón.

Mientras más me acercaba a mi destino, más nervioso me ponía.

Observé rápidamente la hora en mi móvil; las 3:50 p.m.

Su último mensaje había sido un simple «voy saliendo».

Tomé asiento en las frías sillas que se encontraban fuera del local, esperándola.

Las horas pasaron y nunca apareció, desganado me vi en la obligación de marcharme.

En ningún momento me di cuenta de que unos ojos marrones me estudiaban atentamente, escondidos, sobrecargados de vergüenza propia.

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