Capítulo 2: "Un rincón lleno de sorpresas"

119 9 18
                                    

Me iba conduciendo a través de la encrucijadas callejuelas, enganchándome del brazo sin soltarme ni un segundo. Si me soltase, me hubiese perdido, pues no conocía nada de allí.

Todo el mundo debe de estar pensando: "¡Ay es su primera cita! Van a comer en un sitio romántico con velas, solitos, con un violín de fondo y en el lugar más caro de todos". Pues no, hoy no toca eso.

Algo que adoro con toda mi alma de ella, es que es muy directa. Si le gusta algo lo hace, y si no le gusta, lo dice tal y como es. Era obvio que teníamos mucha hambre, así que me llevó al mejor lugar que se me podría ocurrir: ¡una bocatería!

Bocadillos Jeffrey: ricos, calenticos y baraticos.

El nombre me resultaba familiar, pero en ese momento no podía dejar de pensar en la chica tan increíble que me acompañaba y quería comer conmigo. Y comer bien. Cómo la adoro ♡

Krysta mantenía en todo momento una sonrisa tranquilizadora que me hacía sentir seguro de mí mismo.

Cuando entramos a la bocatería, no daba crédito a mis ojos. El joven que estaba tomando los pedidos, inmediatamente al verme me reconoció y me sorprendió con un fuerte abrazo.
-Pero... ¡Stone! No me lo puedo creer... ¡Soy Jeffrey! ¿Me recuerdas?-.

-¿Cómo iba a olvidar a mi viejo amigo?-, respondí devolviéndole el abrazo.

Jeffrey vivía en España conmigo, mi pais de origen, pero por motivos ajenos a mi tuvo que mudarse lejos. A pesar de la distancia, nunca perdí contacto con él, pero no me esperaba que la bocatería fuese suya.

En ese momento me acordé de algo.

-Jeffrey, ¿te acuerdas de ésto? - le enseño un tazo de pokémon que saco de mi cartera-. Es uno de los tazos que me diste.

Al ver que Kryss me mira extrañada, le cuento que él es español, y que antes de que se fuera me regaló sus tazos de pokémon. Siempre llevo uno y le expliqué que un tazo es un trozo de plástico con una pegatina o dibujo de alguna serie. En éste caso de Pokémon.

Jeffrey se sorprendió al ver que aún conservo un recuerdo suyo. Pero su principal duda no era esa. Él quería saber qué hacía yo allí.

-Pues verás...- abrazo a Krysta de la cintura apegándola a mí. -Ella es mi novia... He deseado toda mi vida estar junto a ella, y ahora que lo estoy, voy a pasar el resto de mis días junto a ella, hasta que el destino lo permita.

Krysta se puso roja al decir eso, pues aunque ya me conocía, no se acababa acostumbrando a mis palabras.

-¡Enhorabuena St! Conozco a Krysta desde hace tiempo, pues suele venir mucho por aquí. Es una muy buena chica, y tiene suerte de estar con un chico tan bueno como tú. De verdad me alegro mucho de que sean novios.-

-Por favor Jeffrey, yo soy el suertudo de tener a ésta maravilla en mi vida. Pero bueno, ¿puedes ponernos dos bocadillos de pechuga de pollo? Estamos hambrientos... Tranquilo, voy a estar mucho tiempo, hay días de sobra para hablar, y a parte, no creo que a tu padre le haga gracia que estés hablando durante tu horario de trabajo...

Jeffrey asintió porque sabía que yo llevaba razón, e insistió en invitarnos a los bocadillos. Con gusto aceptamos, pero le di una bolsa de patatas que llevaba en la mochila, pues eran de su marca favorita que solo hacían en España. Era lo mínimo que podía hacer por él.

Me senté con Krysta en una mesa y los dos nos miramos sonrojados.

-Oye... gracias por venir aquí conmigo, tonto-, dijo mirándo a otro lugar.

En ese momento le robé un besito en los labios y acaricie su mejilla diciendo: "No hay de que, iría al fin del mundo solo si es contigo, pues tú me das la fuerza que necesito para respirar".

Se quedó sin palabras, mirándome fijamente a los ojos y robándome un beso en los labios que sentí como si tuviese un caramelo en los labios.

Realmente esa chica lograba conmoverme con todo lo que hacíamos juntos. A ésto se le debe llamar felicidad. No puede ser otra cosa.

Jeffrey nos sirvió los bocadillos y nos trajo bebidas con mucho cuidado, con el típico: "buen provecho" que se suele dar.

Kryss y yo comenzamos a comer. ¡Jamás había comido un bocadillo tan bueno! Sentía como una mezcla de sabores revoloteaba por mi boca. Sólamente había probado algo mejor que eso. Los besos de Krysta. Solo eso lograba superar ese sabor.

Con cada segundo que pasaba a su lado, sentía como si mi mundo estuviese siendo iluminado por una ráfaga de felicidad imperecedera que proseguiría siempre. Pues ella, realmente sentía que era mi chica perfecta.

-Oye Krysta... te quiero muchísimo.-

-Yo también te quiero Stonii... Aunque me cueste expresarme a veces, yo te quiero con este corazoncito que se esconde entre mis pechos-, dijo colocando su mano sobre él.

-Yo lo sé Kryss... porque he llegado a tu corazón, lo entiendo y me quedo porque me gusta estar ahí dentro.-

Y con una sonrisa, Kryss me sacó su lengua y terminamos de comer.

Nos despedimos de Jeffrey y salimos fuera. Krysta quería sorprenderme, así que me abrazó muy fuerte apegándome a ella y susurrando: "Sé cual es tu bebida favorita... voy a llevarte a que tomes la mejor del mundo, no sin antes darte algo. Cierra los ojos".

Asiento cerrando mis ojos, notando cómo su lengua se desliza lentamente entre mis labios, sintiendo el beso más dulce y placentero que jamás haya sentido. Puede que incluso me haya llegado a excitar un poco, aunque con suerte, no lo notó.

Fue algo muy bonito que me hizo ponerme más rojo que la habitación de Christian Grey.

-Vamos cariño, ni se te ocurra soltarme, ¿vale?-.

No la soltaría ni aunque me arrancasen los brazos y el alma de mi cuerpo.

¡Ponle vainilla a mi corazón!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora