Capítulo uno: Repugnante

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El sol tras las nubes grises sale por la montaña de aquella ciudad, escarcha empieza a empañar la ventana.  La alarma telefónica suena, las 6:00 y el oscuro apartamento, iluminado vagamente por la luz crepuscular, se logra ver a un chico sentado en el suelo, con una camisa blanca embarrada de comida; flaco, cabello castaño, ojos negros y de piel trigueña. La luz de la su nevera ilumina la pequeña cocina.

Frederick no se sentía bien, cada vez que comía algo, él sentía un sabor diferente, un sabor nada agradable. En ese momento, estaba comiendo una pizza de hace unos días, aquel alimento que tenía el sabor característico a pan condimentado, queso mozzarella con champiñones y salami, le sabía extraño. acercó la pizza a su boca, cuando la mordió y la masticó, enseguida arrebujó la cara y acto seguido, vomitó la pizza en el fregadero. El estómago le sonó y su apetito se le aumentaba más y más. De su boca brotaba saliva, sus ojos se sentían como canicas de plomo, el estómago y la cabeza le dolían.

—¿Porque me sucede esto? —Se murmuró con un tono de cansancio—. Cada vez que como algo... No puedo... Tengo Hambre... —Sonido estomacal—. Auch...

En ese momento, su apartamento se empezaba a iluminar un poco más, la alarma volvió a sonar, pajaritos cantando mientras se posaban en los árboles afuera de su hogar. La luz de su nevera logra mostrar el cuerpo de Frederick en el suelo.

Él, lleva mostrando esa molestia desde aquel día a la 1:00, cuando iba a su cocina para beber algo de agua, en ese momento cuando abrió su nevera le provocó comerse una mandarina, cuando la despojó de su piel y comió un gajo, el sabor cítrico se convirtió en algo repulsivo; enseguida, escupe la división masticada al suelo.

—Que extraño, debe de estar podría —Se susurra mientras comprobaba la fruta—. Pero si está muy de su color—. La bota a la basura y agarra otra.

Vuelve pasar lo mismo, sabor repugnante; al cabo de unos minutos su boca le daba ese mal gusto. Él, se lava la boca enjuagándose, pero el sabor no le pasaba. decidió comer unas galletas que estaban en la mesa de su pequeño comedor con el fin de quitarse la mala sazón. Tomó el paquete y sacó una, la mordió, pero el sabor dulce chocolatero se convirtió en unión de repulsivo a algo vomitivo. Acto seguido, soltó el paquete dejando caer, mientras vomitaba la galleta, seguido de un líquido rosa.

—Um... Debo... Tener alguna enfermedad... —Se murmura mientras se limpia con su camisa blanca—. Mañana voy al médico.

Luego fue a enjuagarse la boca y se acostó devuelta. Cuando despertó a las 5:40, intentó comer ya que el estómago le empezaba a sonar, sin embargo todo su comida no le sabía a lo que parecía.

Las 5:33 de la tarde, en la calle fuera del apartamento, árboles se dejan mover por la no tan fuerte brisa; una chica rubia caminaba justo abajo de la ventana del apartamento, de repente suena su teléfono, la chica husmea en su bolso y lo encuentra, lo mira por unos instantes y contesta la llamada.

—¿Hola? —Dice la chica mientras mira el cielo nublado.

—Mira a tu izquierda... —Dice una voz anónima grave.

la Chica mira a ese lado, pero todo estaba normal. La calle era en forma de "T" Así que a la izquierda estaba el paso para ver la carretera.

—¿Con quien hablo? —Dice la chica que sigue mirando mientras la adrenalina circula en sus venas poco a poco.

La linea sigue ahí, pero el anónimo no habla. La chica Rubia finalmente cuelga la llamada. Examina su teléfono, contestando algunos mensajes. Un carro cruza para llegar a la carretera que esta a la izquierda élla; poco a poco el auto empieza a acelerar. Sonríe mientras el carro llega a su máxima velocidad. Salta esquivando al auto que impacto contra el muro. Desde la ventana se puede ver a la chica en el aire. Cuando aterriza, sale corriendo desapareciendo de la escena.

Sangrienta HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora