Al acabar las primeras clases de la mañana me dirigí hacia la cafetería. En la entrada habían dos figuras muy parecidas que reconocí al instante, Hugo y Marcos, mis hermanos, ellos dos siempre estaban juntos, una cosa es que fueran gemelos, pero si soy sincera parecían siameses.
-Hola hermanita- saludaron a la vez.
-Hola- conteste un poco cortante, no tenia ganas de que me molestaran y si tenia que recurrir a la violencia no me importaba, igualmente si les hago algo no pasa nada, son mis hermanos, hay confianza-. ¿Les importaría apartarse? Tengo hambre- dije fingiendo toda la amabilidad del mundo, aunque no lo conseguí muy bien.
-Uy... parece que nuestra Leyita se levanto con el pie izquierdo- dijo Hugo burlón.
-Ja ja ja muy gracioso- respondí con sarcasmo.
-Yo diría más bien un poquito amargadita- siguió Marcos el juego.
Si las miradas matasen esos dos ya estarían 3 metros bajo el suelo.
Los esquivé y entre. A lo lejos pude oír un "sabes que te queremos" (amor de hermanos).
Una vez dentro, un gran silencio envolvía ese lugar, y como en todas las otras situaciones se me quedaron mirando, me preguntaba si se iban a pasar todo el año así... ¿que no tienen vida o que?
En fin, no dejé que me afectase así que me dirigí hacia la caja para pedir algo.
Al llegar pedí un bocadillo y un zumo, lo pagué y cuando me dí la vuelta para ir a una mesa me fije que todas estaban llenas. Me encamine por el comedor a ver si encontraba un sitio, pero en cuanto pasaba al lado de uno vació ponían algo encima de la silla para que no me sentara.
Estaba por irme al patio cuando al fondo de la cafetería vi a alguien que me llamaba agitando su brazo en el aire, me acerqué y vi que era Amara.
-Hola Leya- saludó sonriendo
-Hola Amara-le devolví el saludo y me senté en la mesa-. ¿Estas mejor? No se habrá vuelto a meter contigo Mia, ¿verdad?.
-No tranquila, ella solo suele molestarme una vez por día... ya es como una rutina para ella.
-No me puedo creer que esa arrastrada te haga eso cada día. ¡Pero que se creé!- dije empezando a ponerme furiosa.
Y eso señoras y señores es lo que hacia yo antes, me comportaba igual que Mia. Resumiendo era una completa zorra. Aún no me puedo creer que hiciera llorar a la gente, igual que como lloraba antes Amara y peor aun que eso no me afectara es más me producía una extraña alegría.
-Amara, desde hace cuanto te hace esto?
-Más o menos desde que te fuiste empezó a comportarse como tu eras antes- me contó
-Y antes ella me reprochaba cuando yo le hacia algo a alguien, y mirala ahora...- pensé.
Seguimos hablando de varias cosas, me hizo más o menos un resumen de lo que había pasado durante estos años y en la mayoría de las historias salia Mia haciendo una de las suyas... ¿porque no me sorprenderá?
Me contaba cosas acerca de ella y nos reíamos de algunas anécdotas de cuando era pequeña, y me hablo un poco sobre su familia, me fije que cuando ella reía le salían un pequeños hoyuelos que la hacían ver aun más adorable. De repente dos chicos aparecieron: uno castaño y otro rubio.
-Oye Amara, me a dicho mamá que hoy te vienes con nosotros a casa, vale?- habló el castaño. Por lo que pude ver tenia un ligero parecido a ella así que supongo era su hermano.
- De acuerdo- asintió a lo dicho por el castaño, después Amara dirigió su mirada a mi-. Mira Bruno, ella es Leya, mi nueva amiga- me señaló.
Yo unicamente les sonreí, mientras ellos parecían entrar en estado de shock al verme ahí. Parecían que se hubieran vuelto piedra al ver a Medusa aquel monstruo de la mitología griega. Tardaron un rato, pero al fin reaccionaron, la reacción del castaño no fue la que me esperaba ya que cambio su mirada de sorpresa por una completamente enojada.
-¿Que haces tu aquí? ¿Que pretendes, humillar a mi hermana?... Porque si es así ya te puedes ir por donde has venido- dijo con un toque de furia en su voz.
-Bruno, tranquilo. Leya es mi amiga, no me va hacer nada- dijo Amara con su suave voz.
-¿Tu amiga? Amara no entiendes que lo único que quiere hacer ella es hacer sufrir a las demás personas.
-Las personas cambian, no siempre son las mismas ¿vale? No te pases Bruno, no tienes ningún derecho a hablarle así- contraataco Amara, ambos compartían el mismo carácter.
-Claro que las personas cambian, pero es imposible que una persona como ella sea capaz de hacerlo. No la conoces, no sabes de lo que es capaz de hacer para salirse con la suya y hacer quedar mal a los demás.
Yo no sabia que hacer, estaba un poco incomoda ahí en medio mientras el que supongo que se llama Bruno me ponía a caldo, así que me levante con la intención de irme.
-Oye Amara, yo no quiero causarte problemas así que mejor me voy, ya nos veremos por ahí, adiós pequeña- le dedique una leve sonrisa. Después mire por un segundo a los dos chicos y salí de la cafetería.
Me dirigí hacia el patio. Di un par de vueltas cuando encontré a Álvaro, mi hermano, sentado bajo un árbol. Él siempre a sido un chico solitario, prefiere eso a que la gente lo estén molestando con tonterías. Me acerqué y vi que estaba leyendo un libro... como siempre. Sonreí y me senté a su lado.
-¿Que lees?
-Un libro- contesto sin quitar la mirada del libro, yo solo alcé una ceja. A veces el podía ser un poco cortante con las personas incluido su propia familia.
-Eso ya lo veo, ¿pero que libro?- ahora si dirigió la mirada hacia mi.
-Oye, que te pasa? A ti nunca te interesan los libros que leo, así que dime- como podía conocerme tan bien ese niño, me encantaba hablar con el porque el al menos si me escuchaba e intentaba entenderme. Era como mi psicólogo personal y gratis.
-Es raro volver a estar aquí otra vez, la gente no para de mirarme como si de una asesina en serie se tratara, se la pasan despotricando ante mi como si no me diera cuenta- suspire y dirigí mi mirada al frente-. Es solo que no se que hacer para que crean que he cambiado.
-¿Pero que esperabas Leya? ¿Que ibas a volver y todo el mundo se habría olvidado de lo que les hiciste? Porque si crees así, estas muy mal hermana- dijo serio.
Volví mi mirada hacia Álvaro- Ya lo sé, pero ya han pasado dos años de eso, pensé que se habría calmado un poco el ambiente.
-Pues ya ves que no. Mira si de verdad quieres que crean que has cambiado, deberías darles razones para hacerlo, no crees?-lo pensé un momento, mi hermano tenia razón tendría que hacerles cambiar de opinión por mi misma.
-¿Pues sabes que? Tienes razón- dije levantándome para irme.
-Suelo tenerla- contesto con esa arrogancia digna de mi familia.
-Vuelve a poner tu arrogancia en modo off hermanito- le dije mientras entraba a dentro del instituto.
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Changed: Segunda Oportunidad
Novela JuvenilCataleya Diana Gómez, más conocida como Leya Gómez. A los 13 años después de perder a su madre eligió un camino lleno de baches, tratando a todas las personas que la rodeaban como si fueran nadie, ajuntándose con la peor escoria de la ciudad, metién...