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- ¿Sabes qué? Nunca encontré la especialidad en mi nombre hasta que lo susurraste en mis labios mientras nos besábamos. - le robó un pequeño beso en los labios y se separó con una cortada risita.
- Oh, cállate, tú, persona de palabras que harían delirar a cualquier jovencita hormonada.
- ¿Oh, en serio? A mí solo me importa cierto jovencito que de cualquier manera está completamente colado por mis huesos - se subió a horcajadas del cuerpo de Tony y juntó sus frentes.
- Chico suertudo - ahora fue el oji-marrón quién le robó un inocente beso.
- ¿Hablas de mí o de él? - le dio un beso en la respingada nariz.
- Sinceramente, ¿a quién caraj...? - No terminó su pregunta pues el rubio le coló una mano entre los jeans, lentamente, debajo de los bóxers, rozando apenas la piel expuesta, causando en su organismo escalofríos que le ponían la piel sensible al tacto. - Oh, cierto, lenguaje - rió entrecortadamente, tratando de ocultar su reacción al movimiento sutil de Steve.
- Te voy a hacer olvidar esa palabra con lo que te voy a hacer - su voz se volvió algo más ronca, un cambio apenas notable, pero para Tony, que conocía a Steve mejor que nadie (en todos los aspectos) fue lo más obvio del mundo.
- ¿Y qué está esperando, Capitán América?
- Eres el demonio. - Steve dijo juguetonamente, besando los labios de su amante.
- Si, es lo que dicen, pero seamos honestos, es por eso que me quieren. - El pelinegro mordió el labio inferior de su pareja.
- Yo te amo.
- Más te vale.
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Parecían sacados de una película, él, corriendo de su novio para que después este lo alcanzara por detrás y abrazara a su pareja.
- Te atrapé - canturreó felizmente el rubio provocando una amplia sonrisa de parte de Anthony, ya que simplemente estaba disfrutando del hermoso momento.
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- ¿Los extraño, sabes? Los extraño a todos. A todos los que perdí. - El tono de Steve sonaba estoico, con esa particular manera de hablar que hacía para aparentar estar bien, cuando la realidad era que se estaba derrumbando. Steve estaba hablando como Capitán América, más que él mismo. - A mamá, a Bucky, a los Comandos Aulladores... - paró al no poder seguir, gracias al nudo en la garganta que tenía.
- Steve... - musitó Tony, sabiendo mejor que decir algún 'Lo siento' sin sentido.
- En Nueva York, cuando caíste, cuando te veías tan frágil y pensé... - se aclaró la garganta, tratando de disminuir las lágrimas - Estaba tan asustado. Por ti. Y no podía hacer nada. Pero después despertaste y todo estaba bien. No había perdido a un soldado más,... A un amigo más. - Acarició las manos de Tony mientras seguía con su relato - Pero después empezaste a tener pesadillas, y cuando JARVIS me habló para que fuera a ayudarte en una de ellas y cuando llegué estabas teniendo un ataque de pánico, y te veías tan aterrorizado y tan roto, y otra vez, no podía hacer nada para detenerlo. Y pensaba que si no tomaba el asunto en mis manos, que si no te cuidaba, tu también desaparecerías. Que despertaría un día y ya no estarías, al igual que todos los demás.
Entonces el Capitán se rompió. Sollozando incontrolablemente. Nadie parecía entender que él era tan joven y todos esperaban que actuara como alguien mayor, como si estuviera consiente de sus días en el hielo, cuando la realidad es que seguía siendo el mismo de hace 70 años, el mismo Steve.
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