Diecisiete

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Caitlin despertó cuando ya era de mañana. Mas que ver la luz que la cubría, pudo percibirla. Todavía un poco aturdida, levanto la cabeza para ubicarse. En la piel de sus brazos y de su frente sintió el frió toque de la piedra. ¿En donde estaba?

Levanto la cabeza y miro alrededor. Estaba en Central Park. Ahora recordaba que se había detenido en el camino para descansar. Estaba tan agotada, tan agobiada, que seguramente debió de haberse quedado dormida de pie, cuando se inclino sobre el barandal de mármol y coloco los brazos y la cabeza sobre el.

Ya era media mañana y la gente deambulaba por el parque. Una señora que iba con su hija la miro con curiosidad. Luego, cuando pasaron junto a ella, la señora ciño a la niña contra su cuerpo.

Caitlin se sentó derecha y estudio el entorno. Algunas personas la veían y ella se pregunto lo que estarían pensando. Volteo a ver su ropa sucia; estaba completamente llena de mugre. Pero para ese momento ya nada le importaba, solo quería salir de aquella ciudad, de ese lugar al que asociaba con todo lo mal que le había sucedido.

Y entonces, lo sintió. Tenia hambre. De nuevo advirtió una punzada en el estomago y reparo en que tenia mas hambre que nunca. Pero no era hambre normal. Era una urgencia enfermiza y primigenia. Una urgencia por alimentarse, tal como  la había sentido en el Carnegie Hall. 

Por accidente, un niño que estaba jugando con una pelota de fútbol y que no parecía tener mas de seis años, lanzo su pelota cerca de ella. El niño se acerco corriendo, sus padres estaban por lo menos a diez metros de distancia. Era su oportunidad. Todos los huesos del cuerpo le exigían que se alimentara. Observo el cuello del niño y se enfoco en la palpitación de su sangre. Podía sentirlo, casi podía olerlo. Quería abalanzarse sobre el pequeño.

Pero en algun lugar en su interior, algo la hizo detenerse. Sabia que si no se alimentaba se moriria de hambre, pero preferia morir que hacerle daño al niño. Lo dejo ir.

La luz del sol era bastante intensa pero soportable. ¿La percibiria asi porque era mestiza? ¿Como afectaria es misma intensidad a otros vampiros? Tal vez esto le daba un poco de ventaja.

Miro alrededor y la luz la hizo parpadear. Se sentia aturdida y confundida. Habia tanta gente, tanto movimiento... ¿por que se habria detenido ahi? ¿A donde se dirigia? Ah, si... a Penn Station.

Le dolian los pies de tanto caminar, pero ya no estaba muy lejos. Solo restaban unas treinta cuadras. Andaria lo que le faltaba, tomaria un tren y se iria de ahi. Se forzaria a si misma, tal vez con pura voluntad, a volver a ser normal. Quiza si se alejaba de la ciudad lo suficiente, podria lograrlo.

Caitlin se puso de pie lentamente y se preparo para caminar.

-¡Alto! -grito una voz.

-¡No te muevas! -grito otra mas.

La chica giro poco a poco.

Frente a ella habia por lo menos doce policias de Nueva York uniformados. Todos tenian sus armas listas en sus manos y le apuntaban a ella. Estaban como a unos cinco metros de distancia y no se acercaron mas. Fue como si tuvieran miedo, como si ella fuera alguna especie de animal.

Caitlin los miro y, curiosamente, no experimento temor. En lugar de eso, tuvo la sensacion de que se generaba un peculiar tipo de  paz dentro de ella. Comenzo a sentirse mas fuerte que los humanos que pertenecia a aquella raza cada vez menos. Tenia la extraña impresion de que era invencible. Creia que sin importar cuantos policias hubiera ahi, ni cuantas armas portaran, ella siempre podria correr mas rapido o pelear con mas fuerza.

Sin embargo, se sentia cansada. Resignada. Habia una parte de ella que en realidad ya no queria seguir huyendo de los policias ni de los vampiros. No sabia hacia donde iba ni de lo que huia. Parecia extraño, pero terminaria siendo arrestada, y en ese momento, la detencion resultaba, por lo menos, algo normal, algo logico. Tal vez eso la sacudiria un poco y le ayudaria a comprender que, despues de todo, era solamente humana.

Transformación ( Libro #1 del Diario de un Vampiro )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora