En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, hace mucho tiempo vivía un hidalgo muy pero muy venido a menos. Alonso Pinguitano se llamaba, y su principal actividad era quedarse en la cama leyendo libros de caballerías. Sus tierras descuidadas solo producían ortigas y polvo. Su casa era una ruina. Lo único que crecía era la biblioteca: cada vez había más y más libros de caballerías.
Tanto leyó el pobre que un buen día se volvió loco. Se miró al espejo y dijo:
—¿Cómo no se me ocurrió antes? ¡Es hora de hacerse caballero andante y recorrer el mundo viviendo aventuras! Fama y fortuna... ¡Allí voy!
Pero convertirse en caballero andante no es tan sencillo. Hace falta un buen equipo. Por suerte, Pinguitano tenía una armadura que había pertenecido a su tatarabuelo y un conjunto de lanza, espada y escudo colgaba de una pared. Era de adorno, pero...
—¡Con esto será suficiente! —se dijo—. ¡Necesito un nombre nuevo para mí y otro para mi caballo! ¡Me llamaré...! ¡Me llamaré...! Este... ¡Ejem!
Ocho días pasaron. Entonces, Pinguitano dijo:
—¡Don Pinguinote de la Mancha! ¡Qué buen nombre! ¡Y el caballo será Rocinante, no más Relinchito!
Don Pinguinote se puso la armadura, se ajustó las armas y completó su apariencia con un viejo sombrero. Montó de un salto a su caballo, clavó las espuelas y gritó:
—¡A deshacer agravios, enderezar entuertos, enmendar sinrazones y hablar raro!
Ya en el camino, sospechó que le faltaba algo. Pero... ¿qué?
—¡Un escudero! —gritó—. ¿Dónde se ha visto a un caballero sin su fiel escudero?
Y entonces, como una visión, apareció. Era su vecino, Sancho Panza. Un labrador bajito, gordo y mal entrazado que montaba un burro mugriento. El buen Sancho era famoso, ante todo, por su falta de inteligencia.
—¡Ea, mancebo grácil y esplendente! —dijo Don Pinguinote—. ¿Quieres seguir a Don Pinguinote en sus aventuras como escudero y recoger los restos que deje a su paso?
—¡¿Mancebo?! —exclamó Sancho, que no era más joven que su vecino—. ¿Grácil? ¿Esplendente? ¿Por qué habla en japonés, señor Pinguitano? ¿Y quién es Don Pinguinote?
—¡No es japonés! ¡Yo soy Don Pinguinote! ¡El caballero de la Triste Figura que sale a sembrar justicia y cosechar fortuna!
—La parte de la fortuna me interesa, Don Pinguizote.
—¡Don Pinguinote! —lo corrigió el caballero—. Sancho, ¿quieres una insula para gobernar a tu gusto? ¡Sígueme y la tendrás!
—No sé lo que es una ínsula. Pero a caballo regalado no se le miran los dientes... ¡Ya tiene escudero!
ESTÁS LEYENDO
Don Pinguinote de la Mancha
FanfictionDon Alonso Pinguitano decidió que había llegado el momento de transformarse en caballero andante. Con una armadura un poco destartalada, con su caballo Rocinante y su fiel escudero Sancho Panza, se lanzó a la aventura. Y no pasó mucho tiempo antes d...