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Una semana atrás habría hecho todo lo posible por estar muerta, pero ahora que estaba encerrada en esta caja haría todo lo posible por salir.

En este momento tenia pagado mi pasaje a la muerte y al infierno, si solo la gente supiera lo que había hecho para estar aquí. No me quedaba otra opción que afrontar mi desastroso pedido a aquel hombre extraño, no puede ser que solo me quedara unos cuantos meses para terminar la secundaria y había cambiado todo eso por una muerte rápida por el simple hecho de que estaba embarazada. Ahora que lo pensaba me habría gustado mucho ser madre, pero no tenia idea de como reaccionaria Peter a todo esto.

Lo único que se me vino a la cabeza en ese momento fue la muerte, pero ahora me di cuenta que con mi muerte también vendría la muerte de mi bebe.

Que madre mataría a su hijo? Lo peor era que no había muerto aun, sino que moriría conmigo lentamente y dolorosamente en ese ataúd, donde solamente quedaban recuerdos.

Ese hombre me había prometido que moriría de un paro cardíaco, eso fue lo que sentí primero, luego todo oscuro, luego una luz y luego me levantaba en un ataúd oscuro recubierto con telas blancas y mi pálido cuerpo con mi vestido azul marino preferido y una plena soledad. Lo único que podía salvarme en un caso así eran los brazos de Peter, pero el ya no estaba conmigo, yo me encontraba 2 metros bajo tierra, demasiado lejos para ir por el corriendo y rogarle que me perdonara por esto.

Mi mente viajó a ese primer encuentro en el que él me conquistó con su sonrisa, cuando tocó mi  mano por pura casualidad, esa fue la conexión que necesitaba para librarme del  mundo. Su voz era lo que me aislaba del mundo.

-Buenos días nena-Los mensajes que me mandaba a la mañana y a la noche. Eramos inseparables, hasta que mi muerte llegó




La Muerte LlegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora