Corría por un callejón oscuro, vagamente iluminado por la luz de la luna. A lo lejos se podía escuchar el ladrido de los perros y algunos carros que transitaban en la calle principal. El sudor caía por mi frente y mi corazón latía tan fuerte que en cualquier momento podría salirse de mi caja torácica, las pisadas de las personas que me seguían se escuchaban cada vez más cerca poniéndome aún más nervioso. "Para y ven con nosotros" comenzaron a susurrar las sombras que logré divisar por el rabillo de mi ojo, lo repetían una y otra vez mientras corrían hacia mí; me sentí sumamente aliviado al ver el final del callejón a unos cuantos metros, lo cual indicaba que mi casa estaba cerca pero justo cuando iba a llegar al final tropecé con un hoyo y caí al suelo. De repente todo se volvió oscuridad.
Desperté porque la luz se colaba por las cortinas y me daba justo en el rostro, me senté de golpe y rápidamente vi la hora en el reloj que estaba colgado encima de la puerta, ya eran más de las diez de la mañana y nadie me había levantado. Extrañado, salí de la cama y baje a la cocina para preguntarle a mi madre si algo había ocurrido; en mi mente bailaba la posibilidad de que las clases se hubieran cancelado, por eso no me habían levantado. Mientras bajaba las escaleras tuve una sensación muy extraña; el ambiente que se sentía en toda la casa era de nostalgia e incluso con un toque de tristeza, al entrar a la cocina vi a mi madre frente a la estufa cocinando como habitualmente lo hace.
-¿Por qué nadie me despertó hoy? ¿Acaso se cancelaron las clases?- pregunte caminando a donde mi madre se encontraba, la escuché suspirar mientras revolvía en la cacerola lo que parecían frijoles. Mi padre estaba sentado en la cabecera de la mesa con una taza de café en la mano y en la otra el periódico del día, su semblante se veía un poco apagado tenía el ceño fruncido mientras apretaba los labios. –Oigan acabo de preguntar algo, es de mala educación ignorar a alguien cuando les está hablando- dije al ver que nadie me prestaba atención.
-Amigo mío, ellos no te van a responder ni porque lo grites con todas tus fuerzas- escuché que dijo una sombra, pegue un brinco y recordé lo que aconteció la noche anterior aunque no tenía muy claro como terminé en la comodidad de mi cama. –Mi consejo es que vengas...-
-¡Tú! ¡Tú y tus amigos me estaban persiguiendo la noche anterior!- exclamé interrumpiendo lo que estaba diciendo. -¿Por qué solo te veo como una sombra y qué significa que ellos no me van a responder?- le pregunte observándolo fijamente, no hay mucho que describir pues era una sombra con forma de chico, un poco más bajo que yo pero no podía distinguir su cara o la ropa que portaba.
-Para empezar a responder tus preguntas debería empezar disculpándome por lo de esa noche, creímos que serias un chico valiente sin embargo nunca pensamos que saldrías corriendo de esa manera- me respondió caminando hacia donde me encontraba, haciendo que yo corriera hacia donde estaba mi padre.-Yo solo estoy aquí porque tengo que llevarte conmigo y tu deberías saber porque te "ignoran"- añadió haciendo comillas con sus manos. Iba a añadir algo cuando mi padre se levantó de la mesa para dejar su taza en el fregadero, le dio un beso en la frente a mi madre y salió de la habitación. Era un hecho, nadie se percataba de mi presencia ni de la presencia de esa sombra.
-En serio amigo debes venir conmigo- dijo la sombra comenzando a caminar hacia mí. Me di la vuelta para salir corriendo de la habitación y justo cuando cruce la puerta me encontré en medio del pasillo principal de mi escuela, estaba llena de estudiantes justo como todas las mañanas.
Podía escuchar los susurros de los estudiantes al pasar a mi lado sin embargo nadie se percataba que estaba ahí, me dirigí a la clase más cerca y en el reflejo de una de las ventanas pude observarme bien. Cargaba la misma ropa de anoche, mi aspecto era el mismo no tenía ningún rasguño o marca, seguía sin entender porque todo el mundo me ignoraba. Camine a la cafetería en donde se, mi mejor amigo se encontraba comiendo un sándwich de mantequilla de maní, al entrar escuché como varias personas se acercaban a él y decían que lo sentían mucho también le palmeaban la espalda en señal de lastima.
-Amigo enserio debes venir conmigo, tienes que dejar de huir de esa manera porque es un poco difícil encontrarte- Dijo una voz detrás de mi haciendo que de un brinco del susto, al voltear a ver de quien se trataba vi la sombra que estaba en la cocina de mi casa.
-Primero que nada, deja de llamarme amigo porque no te conozco, no sé ni tu nombre ni porque solo te veo como una sombra y segundo ya dime porque todo el mundo me ignora- le dije mientras veía como dos estudiantes lo atravesaban para poder dirigirse a su mesa, abrí los ojos en sorpresa. ¿Acaso estaba hablando con un fantasma, un espíritu del más allá o algo peor, con un demonio? Él se debió percatar de mi reacción ya que se empezó a reír.
-En nuestro mundo no importan los nombres, las edades y las apariencias, creo que eso responde a lo primero mientras que para lo segundo no creo ser el indicado para resolverte esa duda por eso tienes que venir conmigo-comento ofreciéndome su mano, en estos momentos quisiera verle la cara para saber cuál es su expresión – ¡Por favor ya ven conmigo!- grito enfurecido dando unos pasos hacia mí.
Una oleada de pánico se apoderó de mí y volví a correr para alejarme de él, quería salir de ese lugar para no volver a ver a esa sombra que me comenzaba a desesperar. Me dirigía a toda prisa a la salida esquivando a todos los estudiantes que se encontraban a mi paso hasta que uno se cruzó en mi camino haciendo que cayera al suelo, como reflejo cerré los ojos y bajo mis manos puse sentir que algo me picaba.
Al abrir los ojos me percate que estaba tirado en la cancha de futbol de mi equipo, todos mis compañeros de equipo se encontraban entrenando y una vez más nadie se percató que estoy a mitad de la cancha, todos se estiraban y hablaban entre sí.
-¡Oigan! –les grite mientras me levantado y caminaba hacia donde estaba un grupo pasándose el balón –Ustedes también van a ignorarme verdad- dije rindiéndome y cruzando los brazos. Estaba pensando en una solución para que me dejaran de ignorar cuando escuche que alguien grito y el balón salió disparado de una de las esquinas de la cancha hacían donde estaba, cubrí mi cara con las manos pero para mi sorpresa el balón paso sobre mi cabeza en dirección a otro jugador.
Observando toda la cancha me di cuenta que la molesta sombra estaba parada en la entrada a los vestidores, ¡Esa sombra me tiene que decir porque todos me ignoran! Pisando fuerte camine hacia el dispuesto a sacarle toda la verdad sin importar como fuese.
-¿Cuándo te darás por vencido y vendrás conmigo?- pregunto cuando me encontraba a unos pasos de él.-Por tu expresión creo que ya te diste por vencido y me harás caso- añadió caminando los pocos pasos hacia mí. Me tomo por el antebrazo y me jalo en dirección a los vestidores, en un abrir y cerrar de ojos estábamos en un lugar distinto.
El aire soplaba fuertemente y se escuchaba sus susurros al chocar con las ramas de los árboles, la sombra me condujo por un campo de césped verde habían pocas personas en el campo. Estuvimos caminando por un rato hasta que llegamos al lugar, mi corazón comenzó a latir más fuerte mientras que mis manos se comenzaron a poner frías en anticipación a lo que estaba por ocurrir.
-He ahí la razón por la cual nadie te puede escuchar ni ver- comento en tono muy bajo señalando al suelo.
Y fue ahí cuando todo cobró sentido, ahora entendía el porqué de todo lo que me había ocurrido los últimos días. Delante de mí se encontraba la respuesta a todas mis preguntas, un escalofrió recorrió toda mi espina dorsal y mis manos se comenzaron a sentir frías, automáticamente retrocedí unos pasos negando con la cabeza.
-Amigo, debes venir conmigo ya no tiene caso que te quedes aquí- comento la sombra que de un momento a otro apareció al mi lado. – Se cómo te sientes pero no tiene caso que sigas negándolo, acepta tu realidad y sigue adelante. En cuanto esté listo podemos irnos- añadió alejándose un poco de donde me encontraba parado.
Respiré profundamente antes de volver a fijar mi mirada en el pesado de metal, mi mente seguía negándose a aceptar la realidad. Por última vez respiré profundo antes de leer las palabras grabadas en el metal y aceptar en voz alta que: Estoy muerto.
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Crónicas de las Almas Perdidas
Short StoryTodas las almas tiene una historia que contar, su travesía por este mundo. Relatos cortos.