Capítulo 1: Me quieres ¿verdad?

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Me dirigí escaleras abajo, había encontrado una excusa para volver a reunirme con él. El corazón me iba a reventar dado que su agitación había crecido tanto, ante el deseo que emanaba del mismo, al pensar en poder observar aquella figura que solo algo divino, por encima de las capacidades humanas podría ser capaz de crear.

Entre en la sala de estudios y, allí estaba, sentado enfrente de la puerta, en su sitio de siempre, o dios que atractivo se le veía, tan concentrado en sus quehaceres que no pudo ni percatarse de mi presencia. Me acerqué a él y le dije:

-Hola, ¿puedes abrir el expediente de ArKaiKusS? es que todos los profesores me han pedido que le ponga una matricula en su respectiva materia.

-De verdad- Dijo mí amado Senpai - que chico tan aplicado, nunca deja de sorprendernos.

Nuestras alabanzas hacía aquel formidable chaval continuaron a lo largo de un tiempo que dado su carácter no sabría si definirlo en horas o en minutos. En todo caso, con este parloteo conseguí acercarme más a el, ya casi podía exhalar mi aliento contra su cuello, tan solo necesitaba una excusa.

-Oye ¿tu te acuerdas de como se ponían las matrículas?- dijo con su angelical voz.

-Claro- respondí extasiado -déjame enseñarte.

Acto seguido agarre su mano, que se encontraba sobre el ratón, y la guié a lo largo de las páginas, aproveche este momento para acercar mi cara a la suya y exhalé brevemente sobre su oreja provocando un escalofrío que intento disimular sin éxito alguno. Acto seguido le susurré "ojala no tuviese electrones para poder traspasarte", mi senpai pareció confuso y después de unos segundos empezó a reír nerviosamente, yo no podía comprenderlo, había sido muy tonto, me había dejado atrapar por su amor y, no iba a dejar esto así.

Salí de la sala balbuceando una excusa y me dirigí hacía el laboratorio de química, una vez allí preparé todo lo necesario, un cubo, una jeringuilla, algo de hielo y agua fría, un envase y un recipiente, lejía y un poco de acetona.

Empecé a preparar la mezcla, enfurecido por su desfachatez, por su ofensa hacía el amor que le había dado y él, había pisoteado sin pudor. Mezclé la lejía con la acetona y los deje en un recipiente cerrado que posteriormente metí al cubo que había llenado con agua y hielo. Cuándo la reacción química hubo acabado recogí el cloroformo resultante y lo metí en un frasco, cogí un paño y me dirigí a jefatura. Iba a ser mío.


Sensei x SenseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora