Epílogo

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《Por favor, despierta.

Con amor,

Tu Leah. 》

Terminé de escribir la carta, con notables lágrimas en mis ojos. Pensar que este era el final. Era tan triste darme cuenta de lo bien que lo había pasado con Charles y que jamás me sentiría igual. Le quería tan...

- Señorita Brown- me llamó la doctora Hills, asomándose por la puerta y finalmente saliendo. Levanté la vista, intentando esbozar una sonrisa que me salió como una mueca. Estaba demasiado deprimida para sonreír.- Puede ir usted a despedirse antes de desconectar a su novio.

Los padres de Charlie salieron de su habitación llorando. La madre estaba desconsolada. Y claro, la verdad es que todos estábamos así.

Mi novio era el tipo de persona que con solo verla te cae bien, siempre con una sonrisa y buen humor. Extrañaría mucho eso.

- Muchas gracias, doctora- dije, levantándome de mi asiento. Caminé hacia donde, durante estos 10 meses, el desde siempre sonriente Charles Myers yacía sin sonreír.

Cerré la habitación al pasar, pues consideraba importante la privacidad. Respiré profundo, y me senté al lado suyo, en su cama

Toqué su mano y la entrelace con la mia. Su cara no tenía expresión alguna y estaba completamente inmóvil.

- Bueno... Hola, Charlie- tragué saliva antes de continuar, al ver que en mi garganta se formaba un nudo.- Tú cambiaste mi forma de ver las cosas. Antes de conocerte, yo iba de fiesta en fiesta, olvidando de disfrutar esos pequeños momentos y detalles de la vida. Me acompañaste durante bastante tiempo, me amaste y te entregaste completamente a mi así como hice yo también. No me arrepiento de nada. Tú, definitivamente, fuiste una de las mejores cosas que me pasó. Aunque después de que te desconecten no volverás a vivir, quiero decirte que te amo mucho y jamás dejaré de hacerlo. Eres... eres único en tu especie y lamento mucho que estés a punto dejar de existir. Yo... te extrañaré para siempre y quisiera que leyeras mis cartas, aunque se que no será posible. En fin, agradezco que hayas estado en mi vida y te amo mucho, ¿si? No lo olvides. Adiós, bebé.

Me levanté, sintiéndome mal. En algún momento, creí que me desmayaria o vomitaria, pero no. Seguí caminando. Estaba tan mal y tan perdida, que apenas escuchaba mis pasos.

- Amo cuando me dices bebé- dijo una voz dulce y suave pero a la vez profunda, en tono burlón. Una voz que ya conocía tan bien... pero que había olvidado.

Me giré desesperadamente, mientras mi corazón latía, frenético. No le prestaba atención a nada mas que a darle vueltas a esa voz en mi cabeza.

Sentado, en la cama blanca de hospital y con un montón de cables en su cuerpo, estaba mi débil y pálido Charles Myers sonriendo sarcástico. Qué típico de él.

Corrí hacia él mientras mi rostro se iluminaba por completo con una sonrisa. Me senté a su lado y le besé. Él correspondió mi beso.

Me sentía en un universo paralelo lleno de arcoiris y unicornios. Como si unas plumas suaves recorrieran mis cachetes lentamente. Vamos, que me sentía muy feliz. Casi podría decir que estaba drogada de amor.

Nos alejamos un poco, y el me miró con algo de confusión. Le respondí, mirando interrogante mientras me acomodaba el cabello.

- ¿Estoy en el hospital?- preguntó. Mi rostro se descompuso ¿Acaso tenía amnesia? Recompuse rápidamente mi estado de ánimo. Él ya había despertado, no había mucho de lo que preocuparse.

Le dí un casto beso en sus labios y me senté más derecha. Respiré profundo una vez más y sonreí con algo de tristeza.

- ¿Qué es lo último que recuerdas, Charlie?- pregunté, mordiéndome el labio inferior con nerviosismo.

Él frunció el ceño y pasó su pulgar por mis labios. Odiaba mi manía de masticar cosas cuando me sentía estresada.

- Que... estaba contigo y luego... fui a buscar a Phill... y tuve un accidente de coche. ¿Estuve inconsciente?

- Hace 10 meses que pasó eso, Charles- dije, y él miró para abajo, con una expresión de tristeza.- Pero, tranquilo, no pasa nada. Voy a llamar a los doctores para que te revisen y así saludas a tus padres y familiares que están aquí. Después seguimos con los besos ¿quieres?

Él me guiñó un ojo y yo reí. Extrañaba mucho a ese Charles. Suspiré, mirándolo, y luego de unos segundos me fuí hacia afuera, intentando contener mi entusiasmo. Al cerrar la puerta, me giré hacia los familiares.

- ¡Charles ha despertado!- dije con entusiasmo.

Ese fue, sin dudas, el mejor momento de mi vida.

Por favor, despiertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora